T/n una joven de 23 años de edad, vivía con una típica rutina que consistía en ir del trabajo a casa y ocasionales salidas. Harta de la monotonía de su vida cotidiana y de soledad que está implicaba, decidió adoptar a un pequeño felino para hacerle...
A pesar de que había atraído la atención del can, este no quería dejar el baño y por lo que veía, Suga no aguantaría mucho ahí trepado. Con cuidado me acerque al perro y le abrace para intentar llevarlo a la sala.
Después de unos minutos y varios ladridos, logre sacar al perro del baño y justo después de eso escuche como en el baño hubo un golpe seco.
Podía apostar de que Suga se ha caído del tubo de la cortina. Examiné al cachorro en busca de algún collar o algo que me dijera quien es su dueño y donde vivía, pero nada.
T/N:– ¿De dónde saliste amiguito? – pregunté confundida al perro que disfrutaba de mis caricias.
Suga:- ¡Ahora sí, maldito costal de pulgas! ¡Fuera! – gritó al salir del baño.
Venía vestido con una de mis batas para dormir, como lo hacía cuando se ocultaba de mí. En sus manos llevaba el desatascador del baño, como si un arma fuese, y con eso comenzó a perseguir al perro.
T/N:– ¡Para! Lo lastimaras – ordene al quitarle el palo y separarlo del perro – ve a la habitación y ponte algo descente – exigí.
Suga:- ¡Lo defiendes! Yo soy tu gato, debes de estar de mi lado y no el de un persigue colas – dijo molesto quitándome el destapacaños, para luego arrojarse lo al perro, que fácilmente lo esquivo.
Tome la oreja albina de Suga y tire de ella hasta llevarlo a la puerta de la habitación, no hace falta mencionar que él se quejó por mi acto.
T/N:– A cambiarse – dije antes de meter a Suga al cuarto y cerrar la puerta detrás de él.
Regresé a la sala y mire al can sentado a mitad de esta, ¿cómo rayos había llegado aquí? Tal vez sea algún vecino el dueño, pero según Don Thomas los perros no estaban permitidos en el edificio, o al menos las razas grandes como lo son los Golden.
Me senté en el sillón y el perro enseguida tomó lugar a mi lado, valla animal tan más inteligente.
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Después de un rato Suga salió del cuarto, pero aún traía el mismo humor, solo que esta vez traía un gancho de ropa como arma.
T/N:– Dámelo – dije estirando la mano a él.
Suga:- ¿Por qué sigue aquí este pulgoso? – señaló molesto a lo que el perro le ladro.
T/N:– No lo voy a sacar así como así Suga, no tiene señales de un dueño – dije obvia.
Suga:- Sácalo, apestara la casa – soltó en un berrinche – ese es mi sofá T/N.
El perro se levantó del sillón y se dirigió al frente de la puerta en donde rasco, me acerqué a este y abrí la puerta. El cachorro apenas asomó la cabeza y Suga ya festejaba que se fuera, pero no fue así, con su hocico cargo con una bolsa negra y se adentro hasta llegar a la puerta del baño.
