2. ¡Eres una mala mascota!

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Doflamingo, que apenas regresaba a la habitación, notó que la pequeña —a quien bautizó bajo el nombre de: Ardilla— había dejado los platos vacíos y se encontraba durmiendo.

—Comes por tres, ardilla traviesa —dijo sonriente al limpiar el desorden. La observó dormir por un momento. La notó inquieta.

—No, mamá, no me dejes. ¡No me dejes! —hablaba dormida. Parecía tener la misma pesadilla—. ¡No te mueras, no me dejes! —suplicaba llorando.

Él sintió simpatía por ella, algo que no se daba con otras personas que hubiese conocido. La tomó en sus brazos con mucho cuidado, se la acomodó sobre el pecho. Bastó con una serie de caricias en la cabeza para lograr relajarla y que continuara durmiendo.

Ya casi caía la noche cuando por fin la ardilla despertó. Notó que el clima estaba un poco frío.
Al sentarse, se encontró con una bandeja de comida y un vaso con zumo de arándanos. Quería rehusarse a comer; no sentía deseos de deberle nada más a «ese pirata», pero su estómago no estaba de acuerdo en tal decisión.

Por poco babeaba olfateando aquello tan agradable y apetitoso a la vista. Se dejó ganar por el hambre y no tardó en devorar todo lo que había en los platos.

Agradeció por la comida mientras se frotaba la panza y sonreía suspirando satisfecha.

—Gochisousama. —Volvió a suspirar de felicidad.

—Parece que te gustó, ardilla comilona —dijo Doflamingo al salir del cuarto de baño secándose el cabello. Acababa de tomar una ducha.

—¡Hmph...! —rechistó ella volteando la cara. Intentaba disimular las ganas de observar los musculosos brazos y el perfecto abdomen desnudo de Doflamingo, ya que él no usaba camisa—. No voy a darte las gracias.

Él rió levemente.

—Eres una ardilla malagradecida.

—Me da igual. Eres un pirata, y no es necesario demostrar ni una pizca de educación con tipos como tú —respondió con desprecio en su tono de voz—. Todos los piratas son lo peor del mundo.

—¡Auch...! —se quejó Doflamingo dramatizando indignación, aunque a la vez sonreía.

—Si vas a matarme, hazlo pronto.

—O si no... ¿qué? —le retó Doflamingo, riendo de manera burlona.

—O si no... me arrojaré al mar y te ahorraré la tarea.

—Jo... —canturreó malévolo—. La ardilla parece decidida; veamos qué tanto lo está —se acercó a ella, la tomó de la cintura y la atrajo hacia él.

—Oye, ¡bájame! —exigió segundos antes de que Doflamingo abriera la ventana y la hiciera colgar de los brazos.

—¿Lista para caer, ardilla ingrata? —cuestionó sonriendo de manera siniestra.

Ella gritaba aferrándose al largo y musculoso brazo del rubio.

—Hace mucho frío hoy, mejor me arrojaré al mar mañana. O cuando haya sol.

—No, nada de «mañana», es ahora o nunca, ardilla.

—¡No...! ¡No me sueltes! —le suplicaba mientras pataleaba asustada

—Agh... no lo sé ardilla. —suspiró fingiendo desánimo—. Has sido una mala mascota —la hizo colgar más abajo—. Me has tratado muy feo desde el inicio —negó con la cabeza, muy serio—. Eres mal educada, no me entretienes, y te la has pasado durmiendo por doce días —exhaló cansado—. Encima de que te salvé y que he sido muy amable contigo..., me has hecho sentir como el peor pirata del mundo —su semblante cambió. De lucir desanimado, ahora parecía pensativo—. Aunque creo que eso sería más como un halago —se frotaba la barbilla. Sonreía mostrando la lengua.

Sympathy for the devil  ━━  [Finalizado] 《6》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora