Sympathy for the devil ━━ [Finalizado] 《6》

50. Nunca dejes de amarme (Borrador)

—¡Ardilla! —exclamó Doflamingo al verla desplomándose—. No no no no... —la tomó en sus brazos y miró hacia todos lados para localizar a sus atacantes—. ¿Cómo se atrevieron a hacerle esto a mi mujer? —masculló lleno de ira—. Black Knight! —invocó a su clon y le entregó a su esposa en brazos—. Kumo no Sugaki! —tejió su telaraña enviando a (Tn), al cuidado de su clon lejos del suelo—. ¡Salgan...! —les ordenó a sus atacantes—. ¡Salgan o les juro que tendrán una muerte lenta y dolorosa! —dicho eso, tan sólo una persona tuvo el valor de dar la cara. 

Arrojó el arma frente a Doflamingo, y se abandonó ante la desesperanza, era más que claro que con su acto, había firmado su sentencia de muerte, y bueno, ya había decidido huir o acabar con su propia vida luego de lograr su cometido.

—Solo soy yo, joven amo. —aseguró al dar unos cuantos pasos, quedando a metros de él.

—¡No! ¡Exijo que tus cómplices salgan de su escondite!

—No hay nadie más q...

—¡No mientas Aiko! Si no salen te juro que olvidaré que son mujeres y les daré la más dolorosa de todas las muertes. —declarado eso, las siete acompañantes salieron de entre los arbustos. Era estúpido esconderse, sabían que nada las salvaría—. ¿Porqué hicieron esto?

—Porque arruinaste nuestras vidas. —respondió una  de las dos pelirrojas.

—Nos usaste —añadió una pelirrosa.

—Jugaste con nuestros sentimientos. —agregó Aiko.

—¿Ah...? —rechistó Doflamingo al reír, mientras que con su mano derecha cubría la mitad del lado derecho de su cara—. Ya veo.

—Pensamos que t...

—¡No me interesa los que hayan pensado! —exclamó ahora visiblemente molesto—. Nunca les hablé bonito y mucho menos les prometí nada. Si se enamoraron de mi es problema de ustedes. Saben bien que una concubina es para mero entretenimiento y nada más. Me idealizaron porque quisieron, porque tampoco fui amable con ustedes. ¿Qué esperaban de mí?

Esas palabras fueron como una lluvia de agujas para el corazón de aquellas mujeres, quienes habían decidido hacía menos de dos horas, acabar con la vida del desgraciado que les destrozó la vida y sus ilusiones. 

Bastó con encontrarse en la plaza y ser testigos del amor que Doflamingo disfrutaba al lado de su esposa. Era humillante de ver a comparación de su destino, uno lleno de desdichas, uno que él les había dado. Llevaban meses sumidas en depresión, desde que él mandó que las echaran con una compensación monetaria. ¿Porqué permitir que el hombre que transformó sus vidas en un infierno fuera feliz?

—A mí me dijste que me amabas... —replicó Aiko.

—Estás loca. —dijo Doflamingo—. Tendría que estar alcoholizado para decirte semejante mentira.

—Ese día te llamó por su nombre Aiko —le aclaró una morena—. Creo que te confundió con la reina.

—¿Confundirme? Soy rubia, alta y hermos...

—Basta de charlas. —condenó Doflamingo, logrando que las mujeres temblaran de miedo—. Las otras sufrirán el mismo destino que ustedes. —advirtió con una macabra sonrisa—. Asustaron a mi esposa, y no puedo permitir que esto vuelva a suceder.

—Tienes varios agujeros de bala, ¿y aun piensas en ella? —le reclamó Aiko, empezando a llorar.

—Por suerte no la hirieron a ella, sino a mí. Ilusas, ¿creen que con tan poco podrían matarme?

Entre las mujeres se percibía miedo y desesperación, ni siquiera lograban mover sus pies para intentar correr. Se arrepentían por su estupidez pero era tarde, nada las salvaría de una muerte segura. Si aquel extraño no les hubiese dado las armas cuando las escuchó hablando entre ellas de su deseo de matar al rey, al menos todo se habría quedado en una conversación llena de rencor y nada más.