40. Sin salvación (Borrador)

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Unos cuantos rayitos de luz que se colaban por la grieta de la crujiente madera, eso era lo único que veía en aquel oscuro lugar donde la habían encerrado. Dicho espacio parecía como una especie de almacén, el cual se encontraba debajo de la cubierta del barco. Podía escuchar las zancadas, el bullicio y las risas de todos, celebrando que cobrarían una gran suma por su rescate. 

—Como si Doffy-mingo fuese a darles dinero por mí, están dementes si creen que los  dejará ir como si nada. —Balbuceó con dificultad, la mordaza le impedía pronunciar palabras de manera correcta.

Se encontraba atada a una silla, sus muñecas dolían por lo apretado de las sogas que la mantenían sujeta a uno de cada lado de los brazos de madera. Sus tobillos estaban lastimados por la misma razón de estar atados a las patas de la silla. Por si fuera poco, la tenían bajo llave en ese húmedo y frío lugar, como si ella representara algún tipo de amenaza, ¿acaso podría escapar a algún lado? Siendo rodeada de nada más que de agua, huir estaba fuera de discusión.

Se odiaba por lo tonta que había sido al salir de la seguridad del palacio, ¿estaba en sus cinco sentidos cuando decidió huir de Dressrosa? ¿Qué era lo que intentaba probar? ¿Que podía estar bien y criar a su bebé por sí sola? ¿Que podía sobrevivir en esa jungla llamada "mundo"? Claro, como si eso le hubiese funcionado antes.

Era casi una mala broma el hecho de haber nacido de piratas; crecer en el ambiente de la piratería, vivir un infierno que fue provocado por los mismos camaradas de su madre, terminar enamorándose de un shichibukai, lo que la volvió objetivo de otros piratas que buscaban venganza en contra de este y también de Crocodile, su papá, ¿y ahora se encontraba cautiva, en manos de una banda de pirata? ¿Qué clase de círculo vicioso era ese? Pero bueno, esta vez, tenía que reconocer era por su culpa que se encontraba en esa situación.

«Piratas esto, piratas lo otro, piratas, piratas, piratas...» pensaba mientras temblaba.
Tenía frío, ya que se encontraba en ropa interior, expuesta a la humedad y a la vista de cualquier degenerado que  quisiera propasarse. 

Eran ya dos días desde que fue encontrada y retenida a la fuerza. En ese tiempo no se le había alimentado, dado agua, o dejado ir al baño siquiera. Ya no soportaba estar así, sus necesidades básicas demandaban que hiciera algo, por lo que empezó a articular ruidos llamando la atención de sus captores, y fue entonces que un hombre abrió la puerta.

—¿Se te ofrece algo, Ojou-sama? —Le preguntó de manera sarcástica al acercarse a ella a paso lento—. ¿Qué pasa? ¿Acaso nuestro servicio a la habitación no es de su agrado? ¿Desea que le traigamos sábanas de seda? ¿Que le acomode su almohada de plumas? —Empezó a caminar alrededor de la silla, y sonreía mientras la veía temblar—. ¿Qué desea mi Ojou-sama?

—Quiero ir al baño por favor... —Pronunció cada palabra con gran dificultad. La tela de la mordaza entre sus dientes era incomoda, sin embargo no le impedía comunicarse.

—Oh, ya veo... llevas dos días en la silla después de todo. —Se agachó frente ella y la miró de pies a cabeza—. De acuerdo, te dejaré ir, hasta te daré comida y te dejaré tomar un baño con agua tibia, pero con una condición... —Le deslizó la yema del dedo índice desde la pantorrilla a la pierna—, debes desvestirte y ducharte frente a mi. —Ella le dejó saber que le temía, sus ojos gritaban aquello, y era algo de lo que ese pelirrojo disfrutaba—. Entonces... ¿tenemos un trato?

«¿Qué hago? Ya no puedo más, necesito ir al baño, estoy sucia, tengo  sed, tengo hambre, tengo frío...»

—Estoy esperando tu respuesta... —Se puso de pie y le quitó la mordaza.

—Por favor, no me hagas daño.

—No te haré daño, sólo seré un espectador... lo prometo. 

Sympathy for the devil  ━━  [Finalizado] 《6》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora