Capitulo 36

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— ¡Elo ya estoy aquí! —exclamo Maddi emocionada corriendo hacia ella, que salía por la entrada del hotel.

—Hola princesa, ¿cómo has estado? —abrazándola con cariño

—Bien, feliz de que voy a estar contigo y no en mi casa con Miranda —Confeso con una mueca al confesar la última palabra

Lucrecia sonrió al ver que el desagrado era mutuo. Subieron al auto donde el chofer iba a llevar a una tienda de helados. Por el camino Maddi no paraba de hablar con Lucrecia entusiasmada, sintiendo una gran tristeza de no poderle decir que ella era su mama. Al llegar a la heladería Maddi fue la primera en salir jalando a Lucrecia para que se apurara

—Buenas tardes, ¿De qué sabor van a querer su helado? —dijo la vendedora

—Uhhh... Yo voy a querer de vainilla con chispa de chocolates y jarabe de chocolate —pidió Maddi esperando con ansias

—A mí me da lo mismo —Añadió Lucrecia tomando los helados entregándole uno a maddi yendo a la mesa a sentarse a disfrutarlo mientras veían el tráfico de la ciudad.

—Me encanta el helado de vainilla, a veces cuando tiene tiempo mi papa me trae. —Declaro con la voz triste dejando de comerse el helado

Lucrecia se tuvo que tragar las palabras que cambiarían muchas cosas y ella confesase la verdad, pero solo necesitaba un mes más para que todo acabase.

—Tu papa te quiere muchísimo y se preocupa por ti, solo que es un hombre muy ocupado, además tienes una abuela que te quiere solo debes darle una oportunidad de compartir más con ella.

Maddi la miro con los ojos llorosos perdiendo todo el interés en su helado

—Ya lo sé,....es solo que quiero tener una mama como la mayoría de las niñas de mi edad, quiero salir con ella y que me de las buenas noches con un beso. Cosa que Miranda hace con Marcela.

—No llores mi niña. Ya verás que todo va a terminar y volver a la normalidad —yendo hacia ella abrazándola sintiendo que su corazón se desangraba por la confesión de su hija

— ¿De qué hablas Elo?

—Yo me entiendo, lo único que debes saber es que cuentas conmigo para cualquier cosa, porque somos amigas. Ya no hablemos de cosas tristes y terminémonos los helados porque vamos a hacer muchas cosas divertidas hoy.

.........

Arturo no podía sacarse de la cabeza a esa mujer, ¿No sabía si era su parecido con Lucrecia? Pero sentía un deseo incontrolable por ella que era casi imposible concentrase en la junta directiva de ese día. Al darse por sentada la junta entro a su oficina sirviéndose una copa de whisky para tratar de asimilar lo que le estaba pasando. Eloísa Da silva era una completa extraña que había irrumpido en sus vidas. Y aunque no amara a Miranda ella no se merecía eso. Debía controlarse y dejar de comportarse como un adolecente con las hormonas alborotadas. Siempre se había orgullecido se su auto control, para echarlo todo por la borda. La puerta se abrió entrando Miranda por ella

— ¿Estas ocupado?

—No, ¿pasa algo? —Sentándose en su ejecutiva indicándole a Miranda de que hiciera lo mismo.

—Solo quería verte ya que siempre llegas tarde a la casa y te vas temprano. ¿Y preguntarte por me confías tanto en esa mujer como para dejar que Maddi este con ella sin saber sus intenciones? Para nosotros es una extraña con renombre Arturo.

—Eloísa, puede ser una extraña, pero mi Maddi es otra cuando esta con ella y tú lo has podido ver, prefiero que sea feliz aunque sea fuera de la casa —Respondió sin dejar de firma unos documentos

—Y cuando decida irse a Londres, ¿Te imaginas como va a quedar Maddi? —le recordó con seriedad, cosa que no le agrado a él en lo absoluto y por un momento la imagino en brazos de su prometido. Enfureciéndolo de celos.

—Cuando llegue ese momento ya veremos pero antes no nos adelantemos a los hechos. —Espeto con seguridad tratando de mostrarse tranquilo frente a ella.

—Muy bien, como tú digas, también quería pedirte que me dieras la lista de invitados que quieres que incluya a tu fiesta de cumpleaños y que logres recordar que es la próxima semana y no pase como el año pasado que estaban todos excepto tú. —levantándose molesta abriendo la puerta para cerrarla de un portazo

Cubriéndose la cara con sus manos se preguntó así mismo ¿qué iba hacer?, por un lado estaba Miranda y por otro lado esa mujer que lo estaba volviendo loco.

.........

Se habían subido a todos los juegos posibles y estaban exhaustas, fueron a un banquito a sentarse a disgustar el algodón de azúcar, cuando empezó a llover a cantaros corriendo ambas al auto riendo, indicándole a pedro que las llevara al hotel donde se estaba hospedando.

Llegaron al hotel totalmente mojadas subiendo a la habitación, rápidamente Lucrecia busco una toalla para secar a Maddi ayudándola a desvestirse para que no tomara un refriado.

—Tú también debes desvestirte Elo o te vas a enfermar

—Si, en un momento, —poniéndole una camisa de ella mientras ponía su ropa a secarse. —ahora vuelvo voy a cambiarme.

Después después de unos minutos Lucrecia volvió a la habitación visualizando a Maddi completamente dormida en la cama. Acercándose a ella beso su frente y arropándola le dijo.

—Te amo mi pequeña.

Estaba en la cocina preparando la comida cuando tocaron la puerta, fue abrirla y al ver de quien se trataba se sorprendió

—¿Dónde está mi hija? —Ataco entrando molesto

Lucrecia cerró la puerta yendo detrás de él, hasta la cama donde estaba Maddi profundamente dormida.

—Como estaba lloviendo la traje aquí, para secarnos y después pensaba llevarla a su casa. No se preocupe señor Medeiro no soy una secuestradora O un traficantes de niños —Explico molesta sin dejar de mirar a Maddi

Arturo fue a la sala con el semblante frio y encarándola le silbo sin con templamiento

—Mi hija se siente muy bien con usted, tal vez por su parecido a su mama, y después de muchos años la veo sonreír y feliz aunque fuera lejos de la casa. Lo que le quiero preguntar ¿es que piensa hacer cuando usted decida irse a Londres con su prometido?

Lucrecia lo contemplo por un segundo visualizando que a él. Tampoco le agradaba la idea por más que quisiera ocultarla.

—No pienso irme a Londres por un buen tiempo, mis amigas se encargaran de la pastelería, así que no se preocupe yo jamás sería capaz de lastimar a Maddi. Además mi prometido llega la semana que viene y pensamos tener las vacaciones que siempre hemos querido aquí en Brasil. —Musito con un entusiasmo que no sentía en lo absoluto.

Arturo al escuchar aquella confesión sintió unos celos inmensos sin saber el motivo y sin pensarlo dos veces, de dos zancadas llego hasta ella y tomándola de ambos brazos la acerco a él con fuerza quedando sus labios casi rozándose.

—Eres una bruja, pero te equivocas si piensas que después de provocarme, vas a tener esas dichosas vacaciones con tu amado. Tú y yo tenemos un trato y es mejor que lo cumplas. Porque si no yo mismo te voy a raptar y adiós prometido.

— ¿Y piensa dejar todo su imperio y a Maddi por una obsesión que tiene conmigo por mi gran parecido a su ex esposa?, que decepcionada estaría de usted, la pobre debe estar revolcándose en su propia tumba por verlo en este estado y chantajeando a una mujer para que tenga sexo con usted y alivie ese tensión sexual que su actual esposa por lo visto no aplaca.

Arturo la soltó bruscamente asqueado por las palabras de esa mujer que sin saber era su esposa, fue a la habitación cargando a su hija en brazos que seguía dormida absorta de lo que estaba aconteciendo. Lucrecia le abrió la puerta y por un momento se quedaron viéndose pero rápidamente ella desvió la mirada.

— La veo mañana a las 9 de la mañana en el puerto, y tal vez tengas suelte de que le muestre lo enfermo que puedo llevar a estar. —Desapareciendo de su vista con Maddi Lucrecia cerró la puerta deslizándose en ella cayendo al suelo con culpabilidad, tal vez había sido un poco crueles sus palabras contra él.  

Encadenada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora