Capitulo 31

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Habían aterrizados en el aeropuerto de Brasil, a las 4pm y al llegar a la entrada las estaba esperando un auto para llevarlas a la mansión. Durante el camino sus amigas no paraban de hablar de los maravillosos paisajes de Rio, pero para Lucrecia era diferente regresar a su país natal después de 8 años era extraño. Al llegar al gran portón las puertas se abrieron dejando a la vista una mansión sacada de ensueño, con jardines que parecían sacados de cuentos; todo era muy hermoso quedando las tres maravilladas. El auto aparco frente a la casa. Rápidamente el chofer les abrió la puerta del auto y Regina junto a Miranda que estaban en la entrada fueron a recibirlas con una sonrisa.

—Bienvenidas, es un gusto tenerlas aquí —les dijo Regina estrechándoles las manos

—El Gusto es nuestro, nos sentimos realmente complacidas de estar aquí Señora Riveira —le contesto Lucrecia sonriendo dejando a Regina por un momento observándola detenidamente.

—Entremos deben estar cansadas por el viaje —Añadió Miranda indicándole a Pedro que se hiciera cargo de las maletas.

Al entrar a la casa todo era lujoso desde el piso, paredes, decoraciones. Que se podía esperar de personas adineradas

—Las niñas están en el colegio, y mi esposo en la empresa, mas tardes los podrán conocer. Por el momento les voy a mostrar sus habitaciones —les recomendó Miranda conduciéndolas por las escaleras, hasta llegar a un pasillo donde habían habitaciones comunicadas.

—Son hermosas — confeso Lara mostrándole la habitación continua a Leticia

— ¿Podemos conocer la casa, después de que desempaquemos? — pregunto Lucrecia a Miranda sin dejar de observar todo a su alrededor

—Por supuestos yo misma seré su guía —Salió de la habitación y sin saber porque Lucrecia se sentía molesta al mirar a esa mujer. Aunque no la conocía

—Estos es genial, —Exclamo Leticia emocionada mirando a su amigas

—No se les olvide que solo vinimos a trabajar, no a tener vacaciones —desempacando su ropa

—Sí. Ya lo sabemos, —imitando a Lucrecia que estaba seria. Preguntándose entre ellas qué le pasaba.

Terminaron de acomodarse en sus habitaciones, Lucrecia bajo una hora después a la sala de estar pero no había nadie. Hasta que escucho unos pasos que se acercaban dejando a la vista a una pequeña muy hermosa pero sus facciones eran en ese momento de molestia.

—Hola... Te encuentras bien.

— ¿Y tú quién eres? —pregunto Maddi tirando su mochila en el sofá despreocupadamente

—Me llamo Eloísa, pero puedes llamarme Elo, ¿y tú tienes que ser Maddi?, Digamos que me contrataron para hacer los bocadillos de la fiesta, incluido tu pastel

Maddi la miro esta vez con curiosidad había algo en esa persona que hacía que todo su enfado se fuera.

—Ni siquiera quiero esa fiesta, todos los que van a venir son los hijos de las amistades de mi papa, mi abuela y Miranda. —le dijo sentándose con un semblante triste

Lucrecia se le partió el corazón al verla así, a legua se veía que esa pequeña sufría, y por impulso se sentó al lado de ella tomándole el rostro entre las manos.

—Pero es tu fiesta y puedes invitar a quien tú quieres, no solo a esos niños. —repuso con una sonrisa de amabilidad

—Pero yo no tengo amigos, siempre estoy solo en esta casa, ni siquiera paso tiempo con mi papa. Él siempre está disponible es solo para Miranda.

—Hermosa, pero si eres una niña encantadora, ¿Por qué no tienes amigos? Incluso a mí me agradaste y solo tengo unos minutos de conocerte. —agarrándole las manos con cariño

Maddi se quedó observándola con los ojos llorosos abrazándola fuertemente.

—Nadie.... me entiende, me siento muy sola — confeso llorando en los brazos de su madre sin saberlo

—Shuu....tranquila llora todo lo que quieras yo estoy aquí — dijo con tristeza acariciándole el cabello.

—Maddi ¿porque no esperaste a Marcela? Mintiéndole a pedro que Marcela se había ido a la casa de su amiga cuando no era cierto — pregunto enojada con Marcela a su lado.

—Porque quise, no soporto a tu hija ni a ti —grito molesta

Lucrecia presencio la escena, pudiendo ver cuál era problema

—Mama no tiene caso... dejémoslo así —interrumpiendo Marcela tocándole el brazo a Miranda

Al mismo tiempo que llegaba Regina y Arturo a la sala por los gritos.

— ¿Qué pasa aquí Miranda? —caminando hacia ella, con la mirada fría

Maddi fue hasta Lucrecia en modo de protección, sin saber él porque

—Maddi le mintió al chofer de que Marcela se había ido a la casa de una amiga, teniendo yo que irla a buscar.

Arturo enfoco la mirada en su hija con disgusto dirigiéndose a ella, tomándola del brazo la jalo con fuerza hasta él.

—Como sé que no te vas a disculpar con Marcela, estas castigada sin tus materiales de pintura hasta que yo lo diga. —Declaro con firmeza

—Te odio, los odio a todos, sería mejor para todos que yo me muriera así todos pueden ser felices — exclamo a grito con lágrimas en los ojos.

Arturo le dio una bofetada cayendo maddi al suelo, sin poder creer que su papa le había pegado.

Lucrecia se enfureció y por instinto levanto a maddi del piso y poniéndola al lado de ella le replico a Arturo

— ¡Como se atreve a pegarle!, ¿Acaso no ve que su hija está sufriendo? Y que todo lo que hace es para llamar la atención, porque se siente muy sola.

Arturo miro a la mujer que tenía en frente, fulminándola con la mirada para luego ver a maddi que se aferraba del brazo de ella mirándolo enojada.

—Me imagino que usted debe ser Eloísa Da silva,

—Si soy yo, vine a esta casa por cosas de trabajo, pero nunca imagine quedar envuelta en problema que no me incumbe. Pero no me puedo quedar de brazos cruzados al ver como maltrata a su hija por una travesura que no estuvo nada bien —mirando a maddi, — pero tampoco es el fin del mundo. — Contesto en tono mordaz sin quitarle la mirada de encima.

—Tiene razón, solo vino a mi casa por cosas de trabajo Señorita Da silva, así que no le permito que se meta en como educo a mi hija, O me veré obligado en contratar a otra pastelería.

Todos en la habitación estaban absortos de ver como esas dos personalidades se enfrentaban.

—Maddi ve a tu habitación —Pidió su abuela, pero ella no se movió del lado de Lucrecia.

— ¡Te está hablando tu abuela ve YA a tu habitación! — Ordeno Arturo molesto

—Ve hermosa, yo voy a estar bien — Aseguro Lucrecia acariciándole una mejilla

Maddi se fue junto a Marcela dejando a los adultos solos. Y Arturo no perdió tiempo de estallar.

—Vuelve a desautorizarme de esta manera en frente de mi hija, y le aseguro que se va a ir por donde llego ¿Me entendió?

Lucrecia lo miro retándolo con la mirada.

—Entendido, señor Medeiro y discúlpenme también ustedes, con permiso.... Mis amigas y yo tenemos trabajo que hacer.

Encadenada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora