Capitulo 16

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Lucrecia acababa de llegar de la empresa después de tener un día ajetreado en una sala de juntas con muchas opiniones distintas pero al final era ella la presidenta y la que tenía la última palabra. Después de ese día en la oficina de Arturo se dijo que en cierta parte él tenía razón, ella había firmado ese acuerdo renunciando a su derecho de madre pero por más que lo pensaba no quería hacerse a la idea.

— ¿Llegaste?, la cena ya está lista –le repuso Regina distante

—Mama no podemos vivir así, sé que hice mal y lo estoy pagando pero yo te necesito —le pidió ella con un semblante triste

—La única forma de que te perdone es que entres con mi nieta por esa puerta de lo contrario nunca va a pasar —dejándola en medio de la sala mortificada y sin saber qué hacer. Mirando una foto de su padre le expreso

—Papa soy una mala hija y una mala madre nunca debí hacer lo que hice y ahora estoy sola— derramando una lagrima salió de su casa a tomar un taxi en dirección a su antigua casa.

Arturo le daba el biberón a su pequeña encantado con ella, era una niña hermosa....igual que su madre mismos ojos azules y cabello negro y se daba consuelo de que si no podía tener a Lucrecia tendría a su hija a la que amaba con todo su corazón era el mejor regalo que la vida le pudo dar.

—Señor, disculpe la molestia pero afuera esta la señora Lucrecia pidiendo hablar con usted, le dijimos que teníamos órdenes de no dejarla pasar pero ella insiste en que no se va a ir hasta que usted la escuche –le explico León uno de sus hombres de seguridad

Arturo miro por la ventana, había empezado a llover muy fuerte y mirando a su pequeña se la entregó a Elena la niñera. Dirigiéndose a la entrada con un paragua al llegar la miro toda empapada de pies a cabeza con la ropa que se le pegaba como una segunda piel dejando a la vista su sensual figura y sus hombres sin querer admirándola algo que a él no le agrado en lo absoluto.

—Lucrecia por favor vuelva a tu casa, mira como estas, te vas a enferma

—No si antes hablar contigo —le dijo ella negándose a irse

—Voy a pedirle a Carson que te lleve a tu casa —girándose pero Lucrecia lo detuvo mirándolo suplicante

— ¡Por favor no me hagas estos!....estoy dispuesta hacer lo que tú quieras pero déjame estar cerca de ella.....aunque... sea solamente verla—cayendo desmayada en los brazos de Arturo.

Arturo la cargo de inmediato a la antigua habitación de ella, pidiéndole a delfina que le trajera unas de sus camisas para cambiarla desvistiéndola por completo, ya cambiada la arropo a esperar que volviera en sí, se veía débil y que no había dormido bien en días.

Al abrir los ojos lo primero que se encontró fue la mirada de Arturo estudiándola por completo queriéndose incorporar pero este la detuvo.

—No te moleste,... te desmayaste y aquí estas, ahora descansa –le dijo el girándose para irse cuando entro Antonia a la habitación hecha una furia.

— ¿Qué hace esta mujer aquí? Acaso no te basto con lo que te hizo a ti y a la pequeña Maddi.

—Basta ya Antonia, Lucrecia se desmayó y ni modo que la dejara con esta lluvia afuera y con la ropa mojada.

—Sí, pero seguro ella lo planeo todo, no la quiero aquí así que pídele a uno de tus hombres que la lleven a su casa.

Arturo pensaba responde cuando Lucrecia se levantó de la cama y yendo así Antonia la abofeteo

—No se te olvide que sábado fue primero que domingo y no porque ahora vivas en esta casa y te le abras de piernas a Arturo quiere decir que tengas derecho sobre esta casa. Hace varios días yo era la esposa y tú la amante metete bien claro eso en la cabeza —le silbo ella con rabia

—Como te atreves...—abalanzándose hacia Lucrecia cayendo las dos a la cama luchando entre ellas quedando Antonia encima de ella, Arturo tomo de la cintura a Antonia separándola de Lucrecia y gritándole a las dos les dijo enfurecido

—Que les pasas a ustedes dos acaso son dos niñas chiquitas, compórtese como dos adultas civilizadas y Lucrecia se queda esta noche aquí Antonia ya mañana se ira temprano a su casa no tienes nada que temer. total eres tú la que va a dormir conmigo. —Sacando a la mujer de la habitación quedando Lucrecia furiosa.

Al poco momento llego delfina con una bandeja con dos sándwiches de jamón con un vaso de leche Lucrecia aprovecho la oportunidad de preguntarle donde estaba la habitación de su hija.

—A dos habitaciones de la del señor, quiere que la lleve

—Solo quería saber, gracias por la cena

Delfina se fue y ella se comió todo después de un rato apago las luces acostándose en la cama en la que durmió por años sintiéndose incomoda y sin poder conciliar el sueño, salió de su habitación todo estaba ya oscuro y caminando de puntillas se dirigió a la habitación de la bebe. al pasar por la habitación de Arturo vio que la puerta estaba semi abierta asomándose un poco pudo visualizarlos teniendo relaciones Antonia estaba montada a horcadas de él gimiendo como loca mientras el no dejaba de acariciarla y besarla ocasionando uno celos inmenso en Lucrecia.

Siguió su camino hasta que entro a la habitación y acercándose a la cuna vio a una bebita regordeta dormida profundamente haciendo que su corazón se conmoviera. Por impulso la saco de la cuna logrando que la bebe emitiera un ruidito de protesta. Lucrecia la tomo en sus brazos meciéndola logrando así que Maddi se volviese a calmar. Estuvo por momentos así cuando escucho una voz a su espalda

—Sabes lo difícil que es para Elena dormirla, como para que tú vengas y la saques de su cuna —le expreso Arturo molesto al instante que Lucrecia se giraba para verlo.

—Yo...no sabía, solo quería verla ya me iba —le respondió ella depositando a la bebe de nuevo en la cuna queriendo pasar a su lado pero Arturo la tomo del brazo y sacándola de allí la llevo a su estudio y cerrando la puerta detrás de el —le declaro

—Te deje pasar la noche aquí, más no te he dado permiso para acercarte a mi hija recuerda que tu perdiste ese derecho Lucrecia.

—Estoy dispuesta a lo que sea con tal de que me permitas estar cerca de ella, si quieres nunca le digas que soy su madre, pero déjame estar en cada momento de su vida Arturo. No seas tan cruel, ódiame todo lo que tú quieras, Pero Dame una oportunidad de enmendar mis errores.

—De acuerdo....si estas tan dispuesta en hacer lo que sea con tal de que te de esa oportunidad —conviértete en mi amante pero esta vez las cosas van hacer totalmente diferente te quiero dispuesta para mí a la hora que sea, cuando yo quiera, como yo quiera. Solo así te dejare estar cerca de Maddi —le espeto el con la mirada cargada de deseo.

Ella sabía que él, la quería humillar y por eso la estaba poniendo a prueba. No tenía otra opción era eso o nada —mirándolo a esos ojos café intenso le respondió

—Está bien Acepto, y Antonia...que va a pasar con ella.

—La voy a convertir mi esposa y la señora de esta casa

—Yo no voy a permitir que esa mujer se vuelva la madre de mi hija —le confeso Lucrecia iracunda pero más que eso, era la noticia que le acaba de dar, sobre su cadáver iba a permitir ese matrimonio y más ahora que iba a estar cerca de los dos.

—No te estoy pidiendo permiso, además Maddi esta todavía pequeña como para saber a quién decirle mama. Pero no deberías preocuparte para eso vas a complacerme, para que yo te conceda eso derecho ¿no? Girándose así la puerta la cerro de un portazo.

Lucrecia se dijo que no lo iba a dejar ganar iba a enloquecerlo de deseo y nunca más volvería a querer tocar a otra mujer que no fuera ella.

Encadenada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora