Mauricio estaba revisando unos documentos, cuando el interfono sonó
—Señor el investigador privado está aquí — le informo su secretaria.
— Hazlo pasar
A los pocos segundos la puerta se abrió, dando paso al investigador privado que había contratado.
— Siéntese, ¿dígame descubrió algo fuera de lo normal?—pregunto con curiosidad
El detective le entrego un sobre que Mauricio abrió sacando fotos de Maddi y esa mujer en la heladería, luego en el parque de diversiones y de Arturo entrando en el hotel donde se estaba hospedando ella. Y salía con Maddi en brazos.
—Nada fuera de lo normal Señor....la señora no tiene amigos, ni se reúnen con nadie— dijo el detective sin más.
—Aun así, no la pierda de vista —Recomendó Mauricio con un presentimiento
—Como diga, —saliendo de la oficina
No quería pensar que Arturo fuera a caer en la trampa del parecido de esa mujer con Lucrecia, sabía que había sufrido muchísimo tras la muerte de ella. Y que aun parecía que no lo superaba, pero no podía arruinar su matrimonio por una mujer que no era Lucrecia.
.........
A la mañana siguiente se despertó muy temprano para tener tiempo de arreglarse sencilla pero muy hermosa, iba hacerlo sufrir ese día como fuera posible. Tomando su bolso salió al puerto donde la había citado. Después de veinte minutos el taxi se detuvo en el lugar, pudiendo ver a Arturo encima de su yate, preguntándose si Miranda navego algún día con él. Subió al yate con su ayuda mostrándose indiferente a su cercanía.
—Ya estoy aquí Señor Medeiro, ¿satisfecho? — dijo con perfecta cortesía, caminando hacia la barandilla del yate admirando el paisaje del mar.
—No sabe, lo satisfecho que estoy de tenerla aquí, Señorita Da Silva. —Confeso caminando hacia ella, acercándola a él, hasta que sus labios rozaron los de ella, al tiempo de que Lucrecia volteaba la cara llegando el beso de Arturo a su mejilla.
—Sabe perfectamente por qué estoy aquí, así que podemos acabar esto lo más rápido posible, para que pueda irme.
Arturo la soltó con delicadeza respondiéndole.
—De aquí no se va hasta que yo diga, y si no te has dado de cuenta, ya hemos zarpado y nos estamos alejando del puerto. —Añadió saludando al hombre que estaba a cargo del timón.
—Entonces debo ponerme mi traje y brocearme, ya que estaré como su prisionera hasta que usted quiera. ¿Dónde está el camarote?—Musito con ironía, cuando no había llevado ningún traje de baño, porque la delataría su marca de nacimiento en su muslo derecho.
Arturo sonrió, agarrándola del brazo con sutileza, llevándola al camarote dejando a Lucrecia anonadada, nunca había estado en un yate ni sabía cómo eran por dentro, era impresionante, la madera tallada a la perfección dándole un brillo impecable, con una enorme cama, con baño incluido que no se quedaba atrás. Todo allí era hermoso. Arturo fue hasta el armario sacando una bolsa de papel, vaciándola en la cama cayendo varios trajes de baño de diferentes formas y colores.
—Puedes escoger el que te guste, te espero en cubierta —Murmuro roncamente sin disimular su deseo.
Al quedar sola, se maldijo a sí misma. Ahora que iba a hacer, buscando en su bolso saco un vestido floral traslucido que le llegaba un poco más abajo del muslo. Se cambió rápidamente, poniéndose un traje de baño de dos piezas color negro, suspirando hondo subió a cubierta buscando a Arturo con la mirada pero no lo encontró. Fue al otro extremo del yate donde lo vio sirviendo champan en dos copas. Se giró al darse de cuenta de su presencia, yendo hacia ella mirándola de arriba abajo.
— Tengo que confesar, que me decepciona un poco en que lleves ese vestido. Me fuera gustado verte sin él. —entregándole una copa
—Le recuerdo que yo no me voy a acostar con usted Señor Medeiro, si acepte estar aquí fue por Maddi, porque su padre es lo suficiente egoísta que tiene que chantajearme para tenerme aquí por un capricho. Antes de poner la felicidad de su hija primero —Agrego ella con intención de herirlo.
Arturo se bebió el champan de un solo trago exasperado, pero si creía que lo iba a volver loco con sus ataques, estaba muy equivocada. Yendo hacia ella, la acerco a su pecho pudiendo sentir las respiraciones del otro.
—Realmente tus ojos son de ese color —Pregunto estudiando cada detalle de su rostro con la mirada.
—Por supuesto que sí. Créame Señor Medeiro en mí no hay una pizca de su difunta esposa. —colaboro tratando de mostrarse fuerte y no caer en la tentación.
— No te conozco del todo, pero cada vez que te tengo cerca me muero por besarte y hacerte mía, como no tienes idea. —le confirmo atrayéndola más a él, pudiendo sentir su erección que comenzaba a crecer dentro de sus pantalones.
Lucrecia rio por su declaración contorsionándose contra Arturo, sacando un gruñido de su garganta,
— Le recuerdo que yo no voy a tener sexo con usted, además recuerde que está casado y tiene una familia, y yo pronto también lo voy hacer —le susurro cerca del oído con provocación.
Arturo le arrebato la copa de la mano, poniéndola en la barra con fuerza, derramando el contenido.
—Al diablo con todo, de hoy no pasas Señorita Da Silva, tú me deseas tanto como yo, dejemos este juego y aceptemos la realidad — espetó, con sus emociones girando en una feroz espiral
La llevo en brazo al camarote, atrapándola con su cuerpo para inmovilizarla, observándola con deseo en su mirada, las pupilas de Lucrecia estaban dilatadas. Lo deseaba realmente lo deseaba pero sabía que si no lo detenía, todo su plan se vendría abajo. Arturo bajo su cabeza para besarla en los labios, pero Lucrecia lo esquivo al mismo momento que su teléfono móvil sonaba.
Lo busco alterada en su bolso, viendo que quien la llamaba era Symon.
— Hola Cariño, ¿cómo has estado? — pregunto con felicidad, sabiendo que Arturo la observaba
— Te llamo para decirte, que mañana estaré en Brasil, ya no aguanto estar lejos de ti, por eso hice todo lo posible por adelantar todo el trabajo aquí.
Lucrecia fingió alegría por la noticia, no sabía que iba a hacerlo pagar por todo lo que le había hecho.
— No sabes lo feliz que me haces, te estaré esperando con ansias, besos — le dijo cortando la llamada.
Al girarse Arturo ya no estaba, y le dieron unas inmensas ganas de llorar, luego de unos segundos salió en su búsqueda encontrándolo de espalda en la barra de las bebidas sirviéndose un whisky que se tomó de un trago.
—Es hora de que volvamos, ¿no cree? Esto no va a llegar a ningún lado —le recordó ya vestida con su ropa y tragándose todo sus sentimientos hacia él.
Arturo no la miro ni por un instante, solo marco al hombre que estaba al mando del timón, dando la orden de que volvieran.
Lucrecia camino hasta el, quedando a pocos centímetros de su espalda, alargo la mano para tocarlo pero rápidamente se contuvo dándose media vuelta para salir de allí cuando Arturo la detuvo con lo que le dijo.
—Espero que seas feliz con tu prometido Eloísa. Y no te preocupes, no le voy a prohibir a mi hija pasar tiempo contigo.

ESTÁS LEYENDO
Encadenada a ti
RomansaLucrecia Riveira ha vivido toda su vida en Rio de janeiro Brasil, con padres "adinerado se podría decir que lo tiene todo", pero no contaba que por asistir a una fiesta su vida quedaría atrapada en un matrimonio por chantaje del cual no será tan fác...