Una lágrima rodó por mi mejilla, una lágrima que no pude contener; tan pesada como el dolor que sentía, tan profundo como mi agonía. El taxi se detuvo cuando llegamos a mi departamento. Le pagué y bajé. Fui a mi cuarto y me tumbé en la cama, a plena luz del día a llorar. Estaba enloqueciendo, me estaba volviendo una patética desquiciada. Llorar resultaba perfecto estando sola, sin preguntas, sin miradas, Incluso la voz de mi cabeza guardaba silencio mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas y mis sollozos se ahogaban contra la almohada. Y pensar que había perdido la única familia que me quedaba, Lucy, por una estupidez mía, por un maldito error. En ese momento deseé con todas mis fuerzas inventar una máquina del tiempo y regresarlo, así, no iría jamás a Venecia, no hubiera conocido nunca a Jungkook, no estuviera amándolo con todas las ridículas fuerzas de mi corazón y no estuviera sola.
Pero ya era suficiente, ya había llorado mucho y a causa suya. Y no podía ser tan vulnerable a él, no debía. No cabía duda de que en este mundo todo se paga y a lo mejor era el pago de mi maldad. Lo que yo le había hecho a Lucy, ahora lo estaba sufriendo. Pero no más, no iba a dejar que aquello me tumbara, tenía que vivir con ello de ser posible, pero iba a seguir adelante. Adelante, sin nada más que mi frente en alto. Era una promesa.
Habían pasado tres días y aunque me negara a aceptarlo y llevara una armadura de fortaleza, mi corazón preguntaba por Jungkook. Tres días y ¿nada? Dani me había contado que, por supuesto, él le había preguntado a dónde había ido y cuando los hombros de Dani se encogieron ante la pregunta, Jungkook salió disparado por la puerta de entrada, sin señal alguna de Hana.
Pero ya no iba a pensar en ello, o al menos intentaría no hacerlo y no darle más importancia al asunto. Miré a través de la ventana del departamento y visualicé las grandes formas arquitectónicas de los edificios de Nueva York. Tenía que jamás volver a California, quedarme en algún lugar seguro, hasta que mi corazón sintiera de nuevo. ¿Hasta cuándo sería libre? ¿hasta qué punto resistiría él? Mi corazón palpitaba deseoso por sentir, por vivir, por amar; tenía miedo de no encontrar todo eso en alguien más. Andaría lejos, esperando no volver atrás, no mirar profundamente su fotografía, negándome a todo aquello que aun sentía por él.
Si él apareciera, seguro mi corazón cantaría; pero mientras no lo haga y el tiempo pase, yo me haría más fuerte y evitaría derrumbarme en sentimiento vanos. Lo dejaría libre, para poder ser libre yo.
Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.
-¿Estás lista?- la voz de Dani era un poco reconfortante para todo mi dolor.
Desvié la vista de la ventana para mirarle y sonriéndole, asentí.
-Vamos.
Tomé mi abrigo y bajé junto con Dani hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a la Avenida Madison, en donde volvía a la vida "Manuale del probito". Había sido un éxito en California y ahora, Boyne lo había trasladado a Nueva York, en donde pidieron que lo presentara. Estaba feliz, por supuesto, era el mundo reconociendo mi trabajo.
Cuando llegamos, Boyne ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.
-Suban, suban, es en el octavo piso.
Sin duda, era un edificio algo grande, tenía ocho pisos, pero en Nueva York todos los edificios eran así.
-Vamos, faltan menos de treinta minutos- dijo Dani, empujándome por la espalda.
Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro. Afuera ya era frío, ¿por qué no mantenían cálido adentro? Últimamente así eran mis pensamientos, triviales y sin importancia. Daniel y yo subimos por el ascensor hasta el último piso.
-Oye, ¿cómo estás?- me preguntó poco antes de que las puertas se abrieran.
-Perfectamente.
No es que fuera mentira, pero tampoco era completamente la verdad. Por supuesto, físicamente estaba de maravilla, emocionalmente... bueno, era preferible no hablar de ello. Me sentía estúpida, tonta, como si fuera la niña de la que todos se burlan en el colegio.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo primero que vi, más allá de la gente, fue la vista a través de las grandes ventanas. Los edificios y rascacielos se expandían gloriosos hacía el cielo por todo Nueva York.
-Vaya...- exclamé sorprendida y escuché la tenue risa de Dani.
Luego, noté otra cosa, era un espacio un poco más pequeño que el de la primera exposición, por lo tanto, las fotografías estaban más juntas, observándome. Quise borrar con una sacudida de cabeza el recuerdo que me vino a la mente al verlas, a fin de cuentas, volver a ver a Jungkook no había resultado tan bueno.
Los minutos transcurrieron rápidos y mientras veía gente ir y venir observando mis fotografías se hizo tedioso. No es que no me guste la expresión de fascinación de la gente al verlas, pero quería exponer otra cosa, otras fotografías, algunas más recientes, algunas que no me dolieran y no hablaran en mi imaginación. Comencé a contar los segundos, no encontrando otra cosa que hacer y cuando le sonreía a la gente, empezaba otra vez a contar desde cero. Así se me fue un rato.
De pronto, entre el murmullo de gente, escuché algo ¿música? Mi mente preguntó y giré completamente desorientada, ¿de dónde provenía? No era la única que lo oía, todos giraban sus cabezas y comenzaron a amontonarse en las ventanas.
Daniel, que también estaba en el montón de gente, me miró de prisa.
-Ven a ver- lo oí apenas decir y obligué a mis pies a moverse.
Como pude, me abrí paso a la gente, porque a pesar de que mi razón iba siempre en desacuerdo con mi corazón, esta vez sabía que era algo real, algo de lo que mi corazón no saldría lastimado después. Cuando por fin logré llegar hasta la gran ventana, medio atontada aun, apoyé las manos en el vidrio, puse mi vista en la azotea del edificio de en frente y entonces lo vi.
En ese instante, fue como si mi corazón hubiese revivido o despertado de un ánimo doloroso, haciéndome sentir más viva que nunca. Porque más allá de sus cautelosos latidos, sabía muy en el fondo que esta vez, como ya lo había aceptado mi razón, esta vez no iba a haber decepción alguna.
¿Pero qué estaba haciendo Jungkook? ¿cantaba para mí? Al menos me miraba, mientras seguía dándole libertad a la bella voz que poseía y se llevaba una mano al pecho.
Unas ganas de llorar me invadieron sin explicación, era como si me estuviera trayendo serenata a mitad del día. La gente que me apretujaba a mi alrededor, comenzó a desaparecer y me vi perdida entre las capaz de su dulce voz. Pegué la frente al cristal, ¿es que su voz podría llegar a ser más hermosa? Si ya era inspiradora cuando salía de su garganta como palabras, ahora no tenía comparación. Simulé una sonrisa.
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ᴇʟ ᴍᴀɴᴜᴀʟ ᴅᴇ ʟᴏ ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ [ᴊᴇᴏɴ ᴊᴜɴɢᴋᴏᴏᴋ]
FanfictionDe todas las situaciones desastrosas que pueden existir, yo era dueña de la única que todo el mundo evitaría a toda costa. Lo peor era que esta no era una película, en la que el objetivo es sólo actuar y fingir; lo terrible es que esto es la vida re...