Part. 1

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Abrí los ojos lentamente.
Poco a poco un golpe de realidad se
Adentró en mis ojos.
Estaba en el bosque, donde actualmente se encuentra la residencia de los Forge.
—Estoy en el "Ministery" — le dije a Copia.
—Exacto —Respondió.
Seguí avanzando.

Habían muchas personas.
Creo que estaba a punto de darse un recital de orquesta.
También habían muchas mujeres hermosas a mi alrededor, con joyas sobre sus pieles y muchos adornos extravagantes que iban desde flores en el cabello hasta guantes finos y distintos aretes que medían el doble de sus cabezas.
Hombres con sombreros y bastones elegantes que parecían hechos de mármol y finas joyas y minerales, entre ellos, el oro.

Al llegar a la entrada del hermoso lugar, un joven muy guapo y de estatura alta me detuvo y pregunto mi nombre mi nombre.
—Para presentarla — me dice con una voz suave. Creo que se dió cuenta de mi desconcierto.
Enseguida respondí.
—Ann, Ann ____(t/a) — dije. Sabía que no sabrían mi apellido debido a la época en la que me encontraba y mucho menos el nombre que era algo moderno.
Enseguida el hombre me dió paso al lugar.
Era hermoso: tenía decorados rojos, negros y blancos por doquier, se notaba el lujo que gozaba la familia Emeritus y Emperator; estatuas de mármol, Alfombras rojas y muchos candelabros brillantes que podrían intimidar a cualquiera.
Enseguida mi vista se cruzó a mi derecha, había una caja llena de máscaras de fiesta.
Me acerque y tome una al asar: era una máscara adecuada a mi tamaño, ( por suerte ), tenía que sujetarla de su palo de sujeción color cobrizo al costado izquierdo. Era una máscara simbólica  en forma de las que usaban los doctores de la peste negra.
Era plateada y negra, el pico tenía joyas y la parte de los ojos era negra y con un brillo opaco.

Caminé por el frente sin hablar ni dirigir la vista con nadie.

"Copia tenía razón".
Solo las mujeres que venían acompañadas por un hombre podían hablar con los demás.
—Eso es muy raro — le digo a Copia, quién no me dio respuesta.
enseguida entré al teatro.
Habían muchas sillas color rojo, un escenario muy bello enfrente y por encima de las sillas, estaba el atril del director de orquesta reposado a la derecha y algunas cortinas espesas rojas que caían hasta el suelo alumbradas por luz de antorchas.
—Hola — escuché ahora a mi lado.
—¿Copia? — digo en voz alta impresionada.
Copia está aquí, en el recuerdo junto conmigo. Llevaba puesto un traje de caballero muy lindo, sombrero y bastón como el resto y una rosa que colgaba de su bolsillo izquierdo.
—Sujétate de mi — me ordeno con voz suave. Con una máscara dorado cubriendo su rostro.
Asentí y me apoye de su brazo.
Minutos antes de que empezará el recital, varias familias interesadas se nos acercaban, y preguntaban cosas irrelevantes. Algunas veces nos decían si podíamos quitarnos las máscaras para vernos de frente, Pero yo fui la única que cedi antes sus peticiones; Copia tenía que asegurarse de no descubrieran su identidad.

—¿Sabes que año es este? — me pregunto Copia, mientras dábamos un paseo por las filas.
—No — respondí.
—Estamos en 1907, en el día que Emeritus intento matarme — me dice con una aguda voz perdida entre el bullicio de la gente.
—¿Y tú estás bien? — le pregunto. Sabía que este día era muy traumático para él.
—Sí, solo espero poder conseguir respuestas después de tantos años. Y además me siento mucho mejor acompañado que solo — me aseguró, y enseguida una luz oscura apareció. Y una voz anunció que el recital iniciaría en unos minutos.
—Solo mantente atenta — me dijo y enseguida, Esquivamos dos charlas más y seguimos.

A decir verdad, solo éramos unas cuantas chicas las que veníamos acompañadas, además de mi, solo habían Cinco o seis, posiblemente siete más.
todos nos miraban con envidia, pues Copia se veía muy joven para todos los hombres que venían aquí.
Y las mujeres ya eran mayores de treinta años.
—Creo que todos nos ven — le digo, despegando la vista de una chica escuálida y cuello alto que parecía mirarme con desprecio: parecía de aquellas mujeres ricas que tienen más dinero que carácter y amabilidad.
—Te dije que las ibas a opacar — rio y enseguida las luces del se apagaron—.Debemos tomar asiento. Según recuerdo las dos filas de la orilla del frente estaban desocupadas — suspiro abochornado, mientras me ayuda a colocarme en mi asiento.

dance with the devil: Ghost Donde viven las historias. Descúbrelo ahora