dance with the devil: Ghost

P.E. IV

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Tendría que haber huido en aquel momento, pero estaba tan quieta, que me resultó fácil ver todas las expresiones visibles de Emeritus.

Dobló el papel y lo guardo en el bolsillo del pantalón.
—Matarme... ¿El cardenal? — dice y gira su cabeza, había leído esa parte—. Mi destino no podría ser ese... A penas  puede ponerse de pie — comenta señalando a Copia.
No debería menospreciar su propósito—. Pero supongo que eso cuenta — dice y el arma nuevamente sube a mi cabeza.

Copia seguía sangrando del brazo, pero una de sus manos era suficiente para cubrir la herida y evitar que la hemorragia continuará su flujo.
Caminé un poco hacia la mesa, solo a unos pasos de Copia.

—¿Cuenta? — pregunté, preocupada.
—Ya sabes. Gracias a ti tengo el propósito, y el resto lo conseguiré de manera muy sencilla —.
Su ronroneo bajo a un tono más salvaje, gutural, me causo escalofríos.
—En verdad — dije incrédula—. Será difícil hacer que confiese — le dije y sonreí, creo que eso ayudo a ocultar ansiedad y nervios.
—No te subestimó... Pero es fácil encontrar tus puntos débiles— sus ojos me miraron fijamente—. Tobias... Hannah y Ann, Asbjörn, Avelinda — comenzó a recitar nombres—Neils, Pers, Dylan... Tus padres, Jackson... Copia — finalmente, era furia lo que sentía.
—No sabes nada de mi. Estoy segura de que no les harás nada malo mientras esté yo aquí. Por que sé que me tienes miedo — comenté de improviso.

Recordé el día del ataque en el teatro. Su mirada expresaba mucho más que enojo ese día; Podría ser odio, tristeza... Miedo. Eran muchas posibles respuestas, pero a juzgar del rostro de Emeritus, creo que acerté—. Te sigues preguntando el por qué no pudiste matarme ese día... Por qué Emeritus IV llegó a salvarme— di un paso más cerca de Copia—. Pues resulta que encontré aquello que le faltó a Sister Emperator para traer a su hijo de vuelta —.
Por primera vez, encontré una expresión sincera en el hombre que tenía enfrente. Era miedo, en su forma más pura.
—Entonces... Por qué no me lo muestras — dice.
En ese momento el arma desvío su objetivo.
Mi mirada se cruzó entre Copia y el arma.

"Aunque tenga que dar la vida".
Dije en mi cabeza. Creo que por primera vez hallé sentido a esa frase e incluso confianza en ella.

Me puse en el centro con velocidad, sin pensar dos veces.
El arma dió su crujido. Note el poco humo que desprendió la boquilla del arma y contemplé ahora mi cuerpo inusualmente adormecido.

La bala aterrizó en mi abdomen, un círculo de sangre empapó mi ropa que se tiñó de un tono morado.
La sangre era abundante, y de igual modo dolía más de lo que siempre imaginé.
Un dolor tan grande que me hizo caer de rodillas.
Mire a Emeritus, no estaba feliz pero se veía conforme.
Mi cuerpo está tembloroso, mis manos acunan mi abdomen intentando detener el flujo de sangre.
Copia al final estaba de pie de tras de mi. La sombra produjo que su cuerpo en el suelo me fue útil para darme cuenta.

—Copia — avisé.
Emeritus Soltó el arma. No tenía más disparos adicionales. Pero si le faltaba matar Copia.

"El collar"
Avisé a Copia en mi cabeza.
No me importaba si alguien más me escuchaba.
Me recosté en el suelo frío y duro, me arrastre hasta la mesa de centro que estaba a unos metros.
Copia, débil, tuvo que enfrentarse una vez más a Emeritus, Quien sin duda tenía la ventaja.
Aunque la verdad no puse atención. El collar y soportar el dolor eran mi prioridad en este momento.

Moriría quizá antes de lograr llegar.
Copia y Emeritus llegaron antes y de un solo empujón, Copia tiro la mesa con su cuerpo sometido por Emeritus.
Para mí fortuna el collar cayo a unos
Centímetros.
Me estire lo más que pude, soportando el horrible dolor que tenía en mi abdomen, que era insoportable.
Logré tomarlo y casi sin poder hablar pronunció la palabra.
—Deus...Deus, in... Absentia — dije.

Los ojos de ambos chicos me miraron y al ver a Copia, en mi cabeza le dije el propósito completo y sin omitir detalle alguno. Ya no podía hablar, el dolor me lo prohibió.
Enseguida todo se volvió sombrío, nublado. Mis ojos no enfocaban lo que pasaba.
Copia ya no llevaba su traje blanco.
Solo vi una túnica grande y azul brillante.
La sangre salía y salía.
Por desgracia seguía viva, lo que quería decir que entonces, si moriría.

—Emeritus IV — Dije. Sabía que era él.
Antes de cerrar los ojos, mire a Copia, o más bien a alguien muy idéntico a él: Su rostro tenía el mismo maquillaje a blanco y negro, con líneas en su nariz paralelas y pequeñas.
Solo parecía decir cosas que no tenían mucho sentido en mi cabeza.

"Acabar con los horrores que trajo la familia Emeritus y Emperator al mundo y a mi".
Mi cabeza percibía los pensamientos del sujeto en mantos brillantes.

"Matarte no solo me dará mi libertad, también le dará paz a ella y la venganza de su familia muerta".
Eso tampoco me lo esperaba.
Abrí una vez más los ojos, lo más que pude.
Emeritus Estaba de rodillas, desvaneciéndose en los brazos de su oponente... Más bien Emeritus IV.
No presté atención al resto. Ya no podía, mi conciencia se perdía a cada paso que la sangre salía de mi cuerpo.
Pero podría soportar un par de minutos más.

Unas manos frías, totalmente heladas me despertaron.
Acariciaba mi rostro.
—No te perderé tan fácil — dijo y puso su mano sobre mi herida.
Desperté del dolor que sentí ante su tacto, tenía a Emeritus IV frente a mí.
—Dile... A Copia. Que mi deseo... — dije.
Recordé el deseo que el me había prometido el primer día que nos conocimos, ese había Sido nuestro trato; Yo lo ayudaba y él me daba ese deseo.
Al principio diría que quería a mi hermano de vuelta. Pero no sería correcto. Dejar las cosas como están sería mejor que traer a mi hermano a la vida. Todo este tiempo se sacrifico por mi seguridad y traer a Jackson a este mundo, no sería la mejor de mis ideas, diría que sería un insulto a su memoria.
—Dile... Que quiero que él... Sea feliz, libre y feliz Ese es mi deseo — sus manos ya no causaron efecto en mi cuerpo.
—No te das cuenta que soy Yo... Yo soy Copia — escuché su voz. A decir verdad sonaba igual, pero su apariencia es distinta, sin embargo ya no pude concentrarme más en ello.
—Feliz — Dije. Cerré mis ojos, escuchando un sollozo ajeno.
No escuché nada más... Salvó una pregunta en mi cabeza.
"¿Serías feliz sin ella?".

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