Capítulo 1

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Evan

El olor de las cenizas del cigarro que fumé ayer antes de dormir fue lo primero que captó mi atención al despertar. Cerré los ojos cuándo escuché el reloj sonar a mi lado, avisándome que era hora de levantarme de la cama para ir al comienzo de otro año escolar. Lo apagué una vez que me puse de pie y caminé hacia la ventana con la intención de abrirla, para que el olor a cigarro se fuera. Al parecer el clima también se había enterado de que hoy era el primer día de clases, ya que no había ni rastro del sol. Cómo era de esperarse, estornudé, justo cuando comenzaba a sentir la típica humedad limeña.

Cogí el uniforme que mi mamá había colgado anoche en el perchero y lo tiré en la cama. Terminé de cambiarme y me acerqué a mi mochila que estaba en el suelo. Saqué de ella la ropa sucia del entrenamiento de hace dos días y metí la caja de mis cigarros y el encendedor, junto con un par de chicles. Finalmente me acerqué a la ventana y saqué una pierna, para luego agarrarme de la parte baja del marco y así dejarme caer al jardín.

Cuando pisé la vereda pensé en Michael, que ya debería de estar aquí. Saqué la caja de cigarros con el encendedor y comencé a desayunar.

—¿Hacia dónde te diriges mamacita? —preguntó mi mejor amigo desde la parte del copiloto de su auto, junto a su chofer—. Te ves como un ken.

—¿No quieres ser mi barbie? —rio.

—Sube que Fernando tiene que llevar a mis papás al aeropuerto en una hora —dejó de reír y noté el cambio de su voz a uno más serio, así que le hice caso.

Tiré el cigarro, lo pisé y me acerqué a la puerta. Al subir, dejé la mochila a mi lado y Michael me dio la mano en forma de saludo. Fernando continuó con el camino y deseé que mi mejor amigo no comenzara a hacer preguntas, como usualmente hacía.

Al ver las calles y reconocer el camino que tomamos hacia el colegio desde que tengo memoria, sentí el mal humor apoderarse de mí.

La idea de tener que lidiar con el director académico y los profesores, me estaba molestando desde hace ya un par de semanas y la charla que mi papá me daría en estos días, me estaba volviendo loco. Sentía que iba a explotar del enojo si escuchaba alguna llamada de atención más. Tuve suficiente con la casi expulsión del año pasado y no me quedó de otra que aprender la lección a la mala, como siempre.

Sé que este año es diferente a los anteriores y por eso prometí comportarme. Es ese famoso año en el cual todos debemos decidir qué hacer con nuestras vidas, sólo porque es el último del colegio. No quisiera pensar en mi futuro tan pronto, pero no tengo otra opción. Tengo que darles una respuesta a mis papás sobre a qué universidad iré y qué voy a estudiar. Lo más probable es que me boten de la casa cuando les diga que quiero ser futbolista profesional, pero correré el riesgo...a fin de año. 

Llegamos al colegio y Fernando se estacionó lejos de la puerta de entrada. Michael me miró por el espejo retrovisor y le di una leve cachetada. Rio negando con la cabeza y cogí la mochila donde debería haber libros y cuadernos, o al menos un lapicero, pero no hay nada más que mi vicio y un par de chicles. Bajamos del carro y Michael se despidió de Fernando.

—Parece que no es una buena mañana —con esa oración supe que el interrogatorio había comenzado.

Un par de chicas que caminaban frente a nosotros voltearon a mirarnos, impidiendo que pudiese decir algo. Nos sonrieron y Michael fue el único que correspondió el saludo en forma de sonrisas nerviosas, mientras que yo me metía un chicle a la boca. En este colegio nos hemos ganado la atención de todas las chicas no sólo por pertenecer al equipo de fútbol, sino también por nuestra altura. Somos, tal vez, los más altos de todo el colegio y bueno, no quiero perder la poca humildad que me queda, pero también somos los más atractivos según todos. Michael por los ojos verdes que su madre le regaló y yo...yo no estoy seguro de por qué.

Una vida contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora