Capitulo 28

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...28...

POV. LENA

Caminaba entre una gran cantidad de personas, todos hombres. Intentando no chocar con nadie, mi cuerpo esquivaba a todos lo que pasaban, yendo a la dirección opuesta a la mía. Mi cabeza se mantenía agachada, con mi mirada hacía el suelo, fue cuando levanté la mirada por primera vez que noté que todos ellos me miraban.

No sabía donde estaba. Inmediatamente, desvíe de nuevo la mirada hacía abajo, y por algún motivo me di cuenta de que Kara caminaba a mi lado.

Sentí un alivio liberador por su presencia, pero fue cuando nuestras manos se tocaron accidentalmente que ella habló.

-Aquí no.

La miré, llena de dudas. Kara seguía caminando hacía adelante, imponente, caminando de forma segura. Entonces, como un golpe, me di cuenta de lo que estaba pasando: Ella sentía vergüenza de mí.

Vergüenza de que me vieran a su lado. Vergüenza de que todos ellos, que caminaban en dirección contraria a la nuestra, pensarían si nos veían de la mano.

Kara sentía vergüenza de ser vista con una puta.

-Len...

Agache la cabeza, no pudiendo mirarla. No consiguiendo formular una frase siquiera porque una tristeza inmensa me callaba.

Y entonces, estaba sola otra vez.

-Len...

Estaba sola. No me amaba. Y yo lo sabía.

-Len... Despierta...

De repente, todo lo que podía ver era su rostro, un poco lejos, pero sus ojos azules muy cerca. Fui volviendo a la realidad lentamente, su presencia formándose delante de mí.

Después de un momento breve, conseguí ubicarme, y allí estaba yo, de vuelta en la habitación de Kara, acostada en su cama, cubierta por sábanas enrolladas. Ella estaba arrodillada, arreglada y perfumada, vistiendo un blazer gris, estaba muy cerca de mi cara. Más cerca de lo necesario.

-Lamento despertarte tan temprano. Es que tengo que ir a trabajar.

Parpadee algunas veces, aturdida por el sueño, pero con un alivio inmenso por estar fuera de esa pesadilla. ¿Qué horas eran?

-Y tendrás que quedarte aquí... Sola.

Ella no apartó su mirada de mí. También no se movió ni un centímetro. Pero podía ver que algo le inquietaba.

-¿Te vas a quedar? ¿Prometes que no te íras?

Miedo.

De nuevo, ella tenía miedo de que la dejara. De nuevo, ella consideraba esa posibilidad, y me pregunté porque yo estaba comenzando a olvidarme de esa opción.

-Me quedo.

Ella continuó mirándome, como buscando en mí, alguna pista de que lo que le había dicho no era mentira. Mantuve mi mirada firme a ella, hasta que pareció creerme.

-Esté departamento es tuyo, ¿está bien?

No respondí, pero no pareció molestarle.

ma douce prostituéeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora