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Miré cada detalle de la estación cuando atravesamos la pared de ladrillos rojos.

Era una estación realmente grande y muy hermosa, y obviamente lo que me llamó la atención al instante fue el gran tren de un color escarlata, casi listo para irse.

También note a los padres despidiéndose de sus hijos, algunos llorando y otros estresados. En fin, era un caos, había demasiada gente y llegaban cada vez más.

Realmente estresante.

Suspiré cuando sentí la mano de mi padre en mi hombro.

—Muy bien ____, ya habíamos hablado sobre esto —me miró seriamente—. No quiero que te acerques a los sangre sucia, son gente desagradable –asentí con la cabeza—. No olvides mandarnos cartas para saber cómo te va. Te quiero mucho, hija —dijo lo más "dulce" que pudo y se acercó para abrazarme.

—Si padre, no pasa nada, les enviaré cartas cada Domingo —contesté vagamente, un poco cansada y dándole palmadas en su espalda.

En eso se escucha como anunciaban que el tren partiría en 5 minutos.

—Bueno... es hora de irme —hice una sonrisa incomoda—. Los quiero mucho —agregué mirando a mi mamá.

Ella me abrazó y me dio un beso en la frente. Mi padre me dio unos cuantos galeones y me susurro que me enviaría más.

Tomé la maleta de la mano de mi padre y me di la media vuelta para enviarla a la zona de maletas. Entregué mi ticket con el 9¾ y dije mi nombre.

Exhalé al estar al fin en el tren y miré por la ventana como mis padres se iban. No pasó mucho tiempo para que el tren se empezara a mover, pero yo aún no encontraba un lugar en donde irme.

Comencé a sentirme mareada, así que me recargué en la pared por unos segundos.

Mierda debí hacer caso a mi madre.

Después de varios minutos de buscar, ya estaba demasiado cansada y mareada así que me sujeté de alguien cuando perdí el equilibrio. No pude notar quien era, ya que había cerrado los ojos y bajado la cabeza.

Cuando abrí mis ojos vi unos zapatos negros de hombre y mientras mis ojos iban hacia arriba, percibí un olor a perfume, fuerte, para ser precisa, fresco.

—¿Estas bien? Muchas chicas caen rendidas ante mí, pero tú te ves mal —se río y levanto mi mandíbula haciendo que lo mirara a los ojos.

Joder es él, es él de la tienda, el platinado que no pude olvidar por unos días.

No podía negarlo, era guapo... sus ojos grises eran algo que te hipnotizaban.

Pero olvidé todo lo bueno al escuchar sus burlas.

Me alejé de él, empujándolo levemente y me sostuve de la pared.

—Yo no caigo rendida a ningún hombre y menos a uno como tú —respondí y me di cuenta que soné arrogante, igual que él.

Hazme suspirar {Draco Malfoy y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora