Hazme suspirar {Draco Malfoy y tú}

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Al despertar noté el dolor de cabeza y jadeé al levantarme.

Carajo, jamás volvería a llorar de esa manera.

Al mirarme en el espejo de mi baño, solté un suspiro. Mis ojos estaban hinchados y enrojecidos, y ni que se diga de él ardor que sentía.

Baje la mirada al recordar las palabras de Draco. Me mordí el interior de mis mejillas para evitar pensar en eso, pero se me hacía imposible ignorar mis sentimientos.

Además, no creo que Draco sienta con la intensidad que yo siento. Fue bastante fácil para él admitir que era mejor una amistad.

Me mojé la cara con agua fría y me bañé rápidamente, ya que estaba por terminar la hora del desayuno.

Al llegar miré a Hermione y Ron. Me acerqué un tanto nerviosa, pero ellos me sonrieron. Suspiré al sentarme con ellos y les pedí perdón, ellos también lo hicieron, pero querían saber que todo ya estaba bien.

¿Sí? Eso creo, bueno eso le dije. Que todo estaba mejor que bien.

Aunque cuando apareció Harry no fue igual. Tomó una pera y se fue sin siquiera saludarme.

Sé que odiaba a Draco, así que no quise insistir.

Los días pasaron y llegó el día de selección para el torneo.

¿Qué si estaba nerviosa? Claro que sí, por Noah.

Toda la semana se la pasó tratando de convencerme que era lo mejor, y que esto podía ser lo mejor de su vida. Yo arrugaba la nariz de tan solo pensarlo, pero él siempre me daba un beso y se me pasaba por unos momentos.

Pero claramente todo terminaba en un tal vez, porque su nombre no sería elegido, yo tenía esa esperanza.

En este mismo momento estaba con él en el gran comedor, en mi descanso.

La selección sería hasta la cena, aun así, entre clases el Cáliz estaba en el centro del comedor para quien quiera poner su nombre.

Noah ya había echado el suyo hace tan solo unos días atrás.

Estaba con mi cabeza en su hombro, mientras leía algo y él platicaba con sus amigos, de vez en cuando tomaba mi mano. No podía ignorarlo, Noah era muy lindo conmigo.

También estaba sentada justo a un lado de Her, haciendo lo mismo que yo, pero recargando su cabeza en mi hombro.

Ella me tocó el brazo y levanté la mirada de mi libro.

Los gemelos venían hacia nosotras y en sus manos lo que parecía pequeñas botellas.

Ay no.

—No les va a funcionar —dijo Hermione, con tono burlón, en cuanto se sentaron frente a nosotras.

—¿Ah no? —preguntó Fred.

—¿Por qué no Granger? —cuestionó a George.

—Eso que está ahí, es la línea de la edad —señaló con el dedo la línea azul que rodeaba el cáliz de fuego—. Y Dumbledore la dibujó.

—¿Y qué? —George preguntó como si no le importara nada de lo que dijo Hermione.

—¿Y qué? —preguntó con ironía—. A un genio como Dumbledore no lo pueden superar unos patéticos tontos con una poción.

—Por eso funcionará —aseguró Fred con una gran sonrisa.

—Es patéticamente efectiva —continuó su George.

Se levantaron y agitaron el tubo que tenía la poción.

—¿Listo Fred? —le preguntó a su gemelo descorchando el envase.