cuarenta y cinco

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—¡Christopher! —Erick gritó al verlo llegar a la junta. Si, la junta a las 8 de la noche por que el concierto empezaba en media hora.

—Hola. —le sonrió ignorandolo caminando a cambiarse.

—Christopher, ¿Por que llegaste tan tarde? Sabes que esto va a costarte dinero.

—Lo sé—seguía sonriendo abrazado de su vestuario.

—¿Que sucede contigo? —pregunto molesto Richard.

—Hoy conocí a mis suegros.—susurro. — Me aceptaron...

—¿De verdad? Tu no haces eso...

—Aley volvió a decir que me ama. —volvió a susurrar con emoción.

—¿Estas drogado?

—No, no lo estoy.

Richard solo lo siguió con la mirada por que estaba tan confundido, el Christopher que el conocía jamás se interesó por suegros o familia o caerle bien a alguien, ni siquiera a la persona con la que salía le interesaba y ahora estaba flotando por un te amo.

. . .

—Buenos días, mi amor.

—Se que acostumbras usar ese apodo con cualquier persona, incluso desconocidas y... no estoy de acuerdo, quiero... un sobrenombre solo para mí.

—¿Son celos, Aley?

—Si. —cruzo los brazos enterneciendo a Christopher.

—De acuerdo... ¿Como quieres que te llame... osito de miel? —río viendolo a los ojos.

—Hm... no... piensa algo más normal.

—¿Has estado fantacendo con algo, cierto?

—¿Q-Que? Claro que no... yo no fantaseo...

—Oh... Aley tiene un fetiche...

—¡Que no!

—Debe ser algo grave...

—Bebé... —susurro demasiado bajo.

—¿En serio?

—¡No! ¡No! ¡Vamonos que se me hace tarde!

—Aley...

—¡Callate, shh, no!

—Bien. —sonrio y sabia que esa había sido su perdición.

Doble Decisión. ¤ CNCO ¤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora