sesenta y cuatro

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Erick parecía tan complacido, como un niño que se le ha permitido cometer la travesura solo por capricho.

Estaba sentado sobre las piernas de Christopher con cada una al lado del cuerpo del castaño. Lo besos eran agresivos y las caricias eran guiadas por las manos de Erick.

—Chr-Chris...

—¿Si?

—Tengo que grabar todo el día de hoy.

—Si.

—¿Esta bien?

—Si. —Christopher los giro en la cama y dejo a Erick bajo su cuerpo. Lo observo unos segundos y acaricio su rostro. — Esfuersate mucho.

—Lo haré.

Christopher se levantó y se fue dejando a Erick asustado por el movimiento brusco, por eso su corazón latía así de fuerte, no por que aquello haya sido lindo de escuchar.

Y como había dicho había grabado todo el día, estaba cansado y pediria un taxi o ese era su plan hasta que Christopher se paró frente el, le entrego un suéter y un café caliente.

—¿Chris?

—Solo pensé que tendrías hambre saliendo de aquí.

—Si, tengo hambre.

—¿Nos vamos?

—Claro.

Christopher lo ayudó a subir al auto y como era costumbre entre ellos recientemente, solo había silencio.
El mayor encendio la radio con cualquier canción con el viento revolviendo su cabello y las luces de las calles resaltando su perfil.

Erick trago saliva apareciendo cada detalle de esa vista.

Era guapo, demasiado.

Era grandioso poder decir que era suyo, quería mostrárselo a al mundo, quería presumir lo que había conseguido con mucho esfuerzo, ni siquiera con Nadia se había sentido así de orgulloso por ser dueño de ese chico.

—¿Pasa algo, Erick?

—Nada, solo... me gusta tu rostro.

—Gracias. —Christopher sostuvo la mano del pelinegro con cariño.

Doble Decisión. ¤ CNCO ¤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora