XI

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XI. CHARLIE WEASLEY.

TERMINAR ACAMPANDO EN EL MEDIO de la nieve no fue lo que yo planeé. Hacia mucho frío, y cuando digo mucho, es mucho. Creo que estaríamos a cero grados bajo cero, casi al punto de que nuestro aliento se congelaría. Habíamos llegado hace aproximadamente dos horas y aún no terminamos de acomodar todo. Yo estaba ordenando las cosas en un pequeño baúl, lo cual no era tan grande. Pensé que unas tres prendas de ropa me alcanzarían, pero no. Nos quedaríamos un aproximado de dos semanas, o más. Todo dependía de cómo iban las cosas con los troles y gigantes. Y espero que vaya bien, no como la última vez que casi nos convertimos en comida de arácnido.

Desde la última vez, creo que las cosas terminaron "bien". Al final tuve que aceptar que William venga con nosotros, lo que me causó un gran dolor de cabeza. Estuvo de mal humor todo el camino, hasta ahora. No sé qué le pasaba, tenía esos momento en los cuales te podía tratar bien y en el otro te odiaba. Ese era su momento, en todo su esplendor.

Después estaba Henry, él aceptó salir conmigo. Quedó un poco confundido, pero me siguió la corriente a la perfección. Y por eso lo amo, es un buen amigo. Ahora él no estaba aquí, tuvo que ir a hacer unas cosas al Santuario. Mañana por la madrugada va a llegar, solo. Después, Pensé que Jackson iba a presenciar esto, pero no. Tomó una de las misiones en Egipto, la cual según él no era tan riesgosa como todas las criaturas que nos habían tocado. Pero lo que él no sabía era que hablar con las esfinges era muy difícil. Y menos que en realidad si se la consideraba peligrosa. Esa cosa con cuerpo de León; grandes patas con garras y una cola larga y amarillenta que terminaba en un mechón castaño. Le encantaba los acertijos y enigmas.

Y siendo sincera, Jack no pillaba ni un acertijo. Su fuerte era para otras cosas...

—¿Vas a comer?

Escuchar su voz me hizo dejar las cosas pausadas, sobre una pequeña mesa. Al darme la vuelta, lo vi. Su cara estaba un poco menos seria. Llevaba puesto miles de abrigos, al igual que yo. Lo único que cambiaba era que él tenía un gorro rojo en su cabeza, que tenía su inicial. Me parece que su mamá lo tejió.

Definitivamente lo había hecho.

—Si

—Entonces, ven.

—¿Ya?

—Si—murmuró, antes de salir de la habitación

De igual manera lo hice yo, hasta seguirlo al centro de la carpa. Habían dos mantas sobre el piso y en el centro había una pequeña olla. Que abajo tenía la flama color rojo. Al acercarme mejor, pude observar que adentro de la olla había una mezcla con frijoles y caldo.

—La hizo mamá.

—Entonces estará riquísimo.

Él me observó para después hacerme una seña, indicando que me sentara. Así lo hice, al frente de él. Coloqué las manos alrededor del fuego y solté un gran suspiro. Sentía que en cualquier momento mi cabeza se iba a congelar. Bueno, en realidad todo mi cuerpo.

—¿Tienes frió?

—Si...estamos bajo cero grados. ¿Tú no?

Él sonrió, se levantó y sacó su saco. Se acercó hacia mí y me lo extendió. Estaba loco, ¿Cómo iba a aceptar su saco? Se congelaría.

—No, te vas a congelar.

—No lo haré, soy de sangre caliente—bromeó, extendiéndome la prenda

Después de unos segundos, terminé por aceptarlo. Le agradecí por lo bajo y me lo puse. Me quedaba un poco más holgado, pero era súper calentito.

𝗛𝗘𝗔𝗩𝗘𝗡 | bill. weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora