𝗛𝗘𝗔𝗩𝗘𝗡 | bill. weasley

XIII

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XIII. TROL

EL OLOR PUTREFACTO QUE HABÍA adentro de la carpa era lo más horrible de todo el mundo. Mis fosas nasales iban a explotar, y estoy segura que en cualquier momento iba a devolver toda la comida de anoche. Todo porque a Henry se le ocurrió traer unas diez cabras. Pero no vivas, carne de cabra. Era la que le dábamos a los dragones. ¿Saben lo horrible que era tener que soportar el olor y ver el pobre cuerpo de esos mamíferos? Algunas veces lo soportaba y otras no, pero bueno. Esto nos serviría para ganarnos la confianza de los troles. Ellos comen carne cruda y prácticamente les da igual de donde salga; no le hacen ascos a nada, cazan desde animales salvajes hasta personas. Por esta razón  decidimos no correr el riesgo de que ellos hagan una cacería.

Una cacería con nosotros tres.

—¿Están seguros de que esto funcionará?—pregunte, colocándome un pequeño gorro

—A mi no me preguntes, pregúntale al experto—contesto el pelirrojo

Ambos estaban colocando los cadáveres en una carretilla, los llevarían ahí. Estábamos a pocos metros de su guarida. Aunque nos ubicamos en una pequeña zona donde había un glaciar. Según ellos, estaríamos más que resguardados y seguros estando aquí.

—Wills, trabajé años y años con ellos.

Por ese lado me sentía segura, pero después recordaba de que median aproximadamente tres metros y medio de altura. Y pesaban más de una tonelada o dos. Así se me pasaba, con solo un pequeño golpe de estos, pasaríamos a la otra existencia. Los troles eran muy fuertes, pero a la vez tontos.

Eso era lo único que estaba de nuestro lado.

—¿Trabajaste con los de montaña?—dijo Bill, una vez que terminó su trabajo

—No...exactamente con esos no.

Que bueno y reconfortante era saberlo.

—Pero...¿Los de esta especie no son los más grandes y feroces?

Al oírme, Bill me observó con los ojos bien abiertos. Tal vez no lo tendría que haber dicho, ahora estaría más intimidado.

Mejor dicho, estaríamos.

—Gracias, Willow, gracias—ironizó el pelirrojo

Una vez que Henry también terminó, él comenzó a llevar la pequeña carretilla que ofrendaríamos para mantenernos vivos.

—Si—contestó, tranquilo—Pero no te preocupes, no les harán nada.

—¿Cómo puedes sonar tan tranquilo?

—Porque no me da miedo, me gustan los desafíos. Y los grandes de allá, si que lo son.

Después de decir eso, los tres salimos del lugar. El frío se colaba por cualquier parte de mi cuerpo, congelándome. Tenía un equipo para este clima, pero no era suficiente. Más de seis prendas son las que tengo puestas, me arrepiento de no haber traído más. Es que, la verdad, no pensé que esto sería así. El profesor Dumbledore nos tendrá que pagar con un poco de comida, porque esto no es tan fácil como realmente se ve o lo dicen.

Cuatrocientos metros fueron los que dimos hasta llegar a una inmensa montaña. La entrada estaba ahí, era todo oscuro. No se podía ver ni una sola alma. Ni si quiera había ruido, lo único que se podía oír era el soplido del viento que chocaba contra mis oídos.

—Quédense detrás de mí.

Tampoco pensaba adelantarme.

—Tú también, pelirrojo.