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I. SECUELAS.

LAS SEMANAS PASARON Y FUI una tonta al pensar que estaría bien. Tuve la esperanza de que las cosas fueran mejor, pero no. Todo se fue derrumbando, mi mundo fue cayendo poco a poco. Y nadie puedo detenerlo, ni si quiera yo misma. Mi cuerpo se sentía débil, más que nunca. Parecía un trapo, todos podían manejarme menos yo.

Yo misma no podía controlar mi propio cuerpo. No desde la última vez, no desde ese caos. Lo que sucedió con los gigantes me rompió y lo de la batalla del departamento de misterios, me termino de desbordar. Toda la confianza que tenía hacía las personas se había esfumado como cenizas en el aire. ¿Cómo podría volver a confiar en alguien después de lo que me hizo mi padre? El en su momento fue el hombre de mis ojos, lo apreciaba y admiraba. Pero ahora, es todo lo contrario. Se convirtió en un monstruo vil y cruel que ni si quiera le importa nada. Ni si quiera le importe yo, su propia familia, su propia sangre. Me atacó como si fuera cualquier cosa, me torturo. Por más que las secuelas hayan sido físicas, estoy segura que nunca volveré a ser la misma. Mi mente cayó en una hendidura profunda, donde solo habita el miedo. El miedo a ser herida, el miedo a ser traicionada por alguien importante, otra vez.

Y por eso, hoy mismo, estaba aquí. Mis días cambiaron totalmente. Antes disfrutaba de mi trabajo; limpiaba, cocinaba, reía, era feliz. Pero ahora eso cambió, es totalmente distinto. Mis días, en el presente, se basan en estar acostada las veinticuatro horas sobre una camilla. Mientras mató el tiempo mirando una pared blanca, tan blanca y luminosa que estoy segura que en poco tiempo comenzaré a imaginar cosas sobre esta. Tal vez también me volvería más inestable de lo que ya estaba, como mis compañeros de planta. Muchos de ellos no comen ni hablan, están rayados, como diría una chica de aquí llamada Johanna. Ella había entrado hace dos días, por encantamientos mal realizados.

Las visitas aquí eran muy estrictas, máximo dos personas podrían entrar a la habitación. Ya muchos habían pasado por esa inmensa puerta color cristal; la mayoría de los Weasley, Jack, Henry, Remus Lupin y Nymphadora lo hicieron. Esta última se había vuelto una buena compañía para mi. Ella se tuvo que quedar solo tres días aquí conmigo, había salido herida en la batalla. Al igual que muchas personas más, la única diferencia es que hubo una pérdida. Sirius Black murió, lo mataron. Bellatrix Lestrange atento contra su vida, sin piedad. Y fue horrible, la loca se la pasó gritando como  desquiciada: yo maté a Sirius Black. Aún recuerdo como daba pequeños saltitos y festejaba, parecía que era la cosa más feliz y triunfal que hizo en toda su maldita e infeliz vida.

A pesar de que todos los días alguien venía a visitarme, me sentía solía. Sentía que mi vida aún dependía de un hilo, aún estando aquí. Aquí había más de miles de magos y brujas trabajando. Pero no podía confiar en ellos, mi mente siempre idealizaba una escena; desde que me podrían matar aquí a dentro hasta que la comida contenía algún veneno mortal. Por eso, las enfermeras de aquí para que coma siempre lo probaban antes. Son muy buenas, me tienen mucha paciencia. Aunque, según ellas, soy la que menos le lleva trabajo. Hay otras personas que hasta necesitan que les pongan pañales para que no se orinen. Quedaron muy mal, quedaron traumados y sin habla. Un ejemplo era el matrimonio Longbottom. Ellos habían quedado casi perplejicos por la culpa de Bellatrix Lestrange, que los torturo con la maldición cruciatus hasta el punto de casi matarlos.

—Señorita Dumont, en un rato comerá.

La voz de la enfermera hizo que salga del mar de profundos pensamientos al que estaba auto-sometida cada día. Todo siempre era lo mismo, repetir una y otra vez las escenas de aquel singular y traumaste día. Una vez que terminaba, todo se volvía a rebobinar.

𝗛𝗘𝗔𝗩𝗘𝗡 | bill. weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora