VI.

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VI. RELIQUIAS DE LA MUERTE.

OÍR UNA VOZ NUEVA BASTÓ para que levantara mi cabeza. Por el aguacero de lágrimas que estaba siendo acumulado entre mis ojos, se me dificultó ver bien quién era. Pero después de varios segundos, pude ver todo con plena claridad. Lentamente, me levanté de la arena. Limpie mi nariz y mi ojos, quedándome más que inmutada. Mi mente iba a explotar en cualquier momento, sentía que iba caer rendida aquí. También, que caería en un sueño profundo del cual no despertaría nunca más. Ese hombre que estaba posado al frente de mi, hacía que me replanteara toda mi vida, otra vez. Había logrado cerrar algunos ciclos de mi pasado, que ahora fueron abiertos otra vez.

—¿Quién en eres?

Él relamió sus labios, sonriendo.

—Tú sabes quién soy, Willow.

Me quedé callada, observándolo. Era un hombre de unos treinta largos. Se veía bastante descuidado; llevaba ropajes negro que combinaban a la perfección con su barba y cabello enmarañado. Tenía una altura considerable, ante mi se notaba muy  imponente, grandote pero a la vez flacucho. A pesar de que el iris claro, había un vació y oscuridad profunda que se reflejaba y se extendía en sus ojos. No había ni una pizca de humanidad, de felicidad. Las ojeras eran la decoración más notable en su rostro.

Intentó acercarse hacia mi, pero yo retrocedí varios pasos para atrás. Él al notar eso, rodó sus ojos. Con una velocidad inimaginable, llegó hacia donde estaba yo. Estaba tan cerca de mi, que tuve que poner una mano entre nosotros dos. El pelinegro sin importar nada, deslizó la mano sobre mi cuello. Al instante, lo golpeé. ¿Qué diablos le pasaba? . Tuve la intención de separarme de él, pero con un solo movimiento de varita me dejó petrificada. Había comenzado a tener miedo, mucho. El tipo sin importar nada, hizo lo mismo que antes. Mis ojos siguieron sus pasos, con angustia. Cuando sus dedos rozaron mi cuello, él sacó un collar. Lo levantó rápidamente y lo dejó flotando ante mis ojos. Era un collar que tenía hace más de diez años, tenía forma de corazón. No era algo que llamara la atención ni nada peculiar. Bueno, hasta donde yo sabía. Porque después, él dio vuelta ese pequeño dije de corazón. Dejándome ver las letras que estaban talladas ahí: la palabra R.A.B. era clara y notoria.

Justo en ese momento, mi cabeza hizo un click. Miles de imagines comenzaron a trasmitirse en forma de película. Las primeras fueron de los recuerdos que vi en el pensadero, luego, otros que no estaban ahí. Me vi junto a mamá y él. Fue por un segundo, porque luego cambió radicalmente. Ahora era yo, un poco más adulta mirándome frente un espejo. Habían unos manos posando sobre mis brazos. Y ahí, se esfumó para reproducir otra cosa. Los gritos de dolor y sufrimiento se oían. Ahí aparecí yo, llorando junto a Kreacher. Tendría unos ocho u nuevos años, si no me equivoco. Los llantos cada vez eran más fuertes, hasta la voz se iba desfigurando al igual que el recuerdo. Eso le daba un toque sombrío, de miedo. Mis oídos lo único que podían escuchar era eso, acompañado de muchos susurros constantemente repetitivos.

Hasta que, simplemente, todo terminó.

Él con un movimiento de mano, me liberó. Pero yo me quedé ahí, quieta. Trataba de analizar todo esto que estaba comenzando a darme una jaqueca increíblemente horrible.

—¿Regulus?

Más que pregunta sonó como afirmación.

No dijo nada, se quedó callado.

—No...no puede ser. A caso...¿Estoy muerta?

El cielo no se veía tan bonito como todos lo imaginaban. Bueno, como yo lo hacía.

𝗛𝗘𝗔𝗩𝗘𝗡 | bill. weasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora