Klaus. Vivi años con un odio dentro de mí que podría haberme destruido por completo si le hubiera dado ese poder. Yo era una máquina de matar, lo sabía, había guardado mis emociones bajo llave y nunca nadie podría verlas realmente. Excepto ella, con ese cabello brillante, esos ojos rasgados que invitaban a pecar y un cuerpo por el que me arrodillaría para poder tocarlo y besarlo...para siempre. Sin embargo, tenia una carita de ángel, pero yo sabía que era mala, muy mala. Y a ella, no le importaba ni mi oscuridad ni mi cicatriz y me miraba de la misma forma en que yo lo hacía. Como si quisiera devorarme. Allana. Después de tres años, por fin estaba libre, sin embargo no tenía nada y a nadie a quien acudir. Sería difícil encontrar trabajo con antecedentes penales por homicidio, entonces la conocí y ella me dio una segunda oportunidad en mi vida, claramente no esperaba conocerlo a él. Con esa cicatriz cruzando su rostro era un depredador, y no vacilaría en acabar conmigo y eso me parecía jodidamente excitante. Y no debería, pero su oscuridad me llamaba y sus caricias y palabras sucias no ayudaban a que me alejara de él. Y no quería. Perderme en su oscuridad podría destruirme o salvarme, y no me importaba cuál era. Libro II de la saga "Memento Mori"
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