Capítulo 29: "Sí. Tu mi querida, Loto" +18

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El canto alegre de los pájaros se escucha más fuerte que de costumbre, el reflejo del sol se filtra a través de la ventana, esta luce brillante y radiante, como si la tormenta no hubiera sucedido hace unas horas

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El canto alegre de los pájaros se escucha más fuerte que de costumbre, el reflejo del sol se filtra a través de la ventana, esta luce brillante y radiante, como si la tormenta no hubiera sucedido hace unas horas.

Por algo dirán que después de la tormenta llega la calma.

Me arropo acogedoramente con las sabanas y me vuelco mirando hacia el techo. Los recuerdos de anoche llegan a mi mente, la fuerte tempestad, mi ataque y él. Estiro mis brazos y toco el costado de la cama.

¿A dónde fue?

Cuando abrí los ojos lo primero que hice fue buscarlo por el lugar, pero mi misión no dio el resultado esperado.

Con pereza, me levanto y me dirijo al baño para encargarme de mis necesidades. Así de este modo, me dispongo ir directamente a la cocina.

Al pisar el último escalón, el olor de café inunda toda la sala. Miro el reloj de la sala y son las 7:45, mamá debe de haber llegado.

—Espero que cocines arto Camellia, porque estoy muerta de hambre— expreso entrando al área de la cocina— además, acuérdate que me gusta más el chocolate que el ...— las palabras se atragantan en mi garganta cuando lo veo.

Vestido solo con una camisa gris y unos jeans, los cuales le queda colgados perfectamente de su cadera.

Su mirada muestra diversión ante mis sugerencias, junto con ello tiene en su mano izquierda la tetera con el café.

—Café. — termino de decir. Llevo mis manos hasta mi cabello mal organizado, el cual parece el sol.

Sus rayos regados por todas partes.

Por Dios.

¿Hada madrina?

—Buenos días, Loto. — saluda alegremente.

—Buenos días, Hendrick— respondo un poco extrañada y parada en la entrada.

—¿Dormiste bien? —Pregunta, cuando abro mi boca a responder, pero habla de nuevo— Porque yo sí. Ven, siéntate y desayunemos. —ajunto mis labios.

Me siento al frente de él y de manera amable, pone una taza llena de chocolate, huevo revuelto, pan y queso.

Mi queso favorito.

Sonrió al verlo.

Se ha acordado.

—Come.

—Gracias—murmuro y me llevo la primera cucharada hasta la boca, mastico viéndolo directamente, el imita mi acción con su desayuno.

¿Cómo está aquí todavía?

¿Cómo llego anoche?

¿Por qué hizo el desayuno?

Un momento, paro mis preguntas y deduzco lo más grande que paso anoche.

Dormimos juntos.

¿Juntos?

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