Si te ofrecieran irte por un año completo y dejar tu vida atrás ¿Lo aceptarías? La respuesta de Loto fue un rotundo: SÍ.
Luego de encargarse de la empresa de su padre a muy temprana edad y ser plantada en al altar, acepta la oferta de su progenitor...
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De nuevo las paredes blancas están a mí alrededor, el olor a limpio me repugnaba en este momento. Mi cabeza da vueltas y mi estómago no deja de revolcarse.
Fue mi culpa.
Solo mía.
Yo le di permiso.
Las letras brillantes y rojas con el nombre de urgencias, alumbra en toda su entrada. Hombres con batas, mujeres de blanco y una que otra persona entra y salen del lugar.
Connor.
Sus ojitos cerrados llegan a mi mente y es un golpe en toda la boca del estómago.
¿Cómo fui tan estúpida?
No tenía el derecho de darle permiso. De nada
Soy una mala mujer.
Hasta mala madre debí salir.
Las lágrimas no tardan en bajar más. Mis uñas están destrozadas de tanto morderlas. Mi cabello revuelvo y mi garganta seca.
Unas manos me tocan desde atrás, al voltear veo a mi madre, sin pensarlo me lanzo a sus brazos y comienzo a llorar descontroladamente. Camellia me pregunta sobre lo que paso. Solo sé que entre balbuceo le respondo.
—Cariño, siéntate y toma algo.
—No mamá, no puedo— digo sin despegar la mirada de la puerta.
—Loto...
—No mamá, fue mi culpa— mi suena más ronca— Yo le di permiso.
—Claro que no lo fue. Los niños son traviesos cariño. Podría haberle pasado contigo o su padre.
—Por supuesto que no, con Hendri...— mi voz se apaga a la mitad de su nombre.
Tonta.
Como se me olvido.
—¿Loto?
—Hendrick... él....—me va a matar. Vuelvo con mi llanto. Mamá no parece comprender nada, me da golpes suaves en la espalda.
Es su hijo.
Su bebé.
Su adoración.
—Mamá... él...— sollozo— Hendrick... él....
—Cálmate, cariño. Respira y dime.
—Él no sabe. Su papá no... no... sabe. — despeluco mi cabello bruscamente.
Desesperación.
Mamá sale de mi vista y me tiro al piso, recuesto mi cabeza en una de las sillas de metal, el frío estremece mi piel, pero nada me importa en este momento.
