Capítulo 35: "Todos tenemos secretos."

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El alcalde da un discurso sobre lo feliz que está por la nueva fundación, la cual acogerá a muchos niños, algo que se debe gracias a la gran fortuna de los Morgan

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El alcalde da un discurso sobre lo feliz que está por la nueva fundación, la cual acogerá a muchos niños, algo que se debe gracias a la gran fortuna de los Morgan.

Mi mirada se posa en la heredera de esta, ella luce un traje color berenjena hecho a la perfección y de alta costura, incluso, parece destellar con el puesto. Ahora, su perfecto maquillaje y peinado la hace resaltar por encima de todos, incluso, cuando solo está sentada con la mirada desinteresada mirando a otro lado.

Ella es enigmática. Y da miedo al mismo tiempo.


—La vas a desgastar— señala mi acompañante.

—Esa mujer me hace dudar de mi sexualidad.

—¿La cambiarias por Hendrick? —su pregunta me hace remover en mi asiento y decido no responderla.

Al acabar la inauguración, Sarah y yo decidimos ir a nuestro restaurante favorito.

—¿Entonces solo viniste por este evento?

—Sí— respondo revisando el menú.

—Aja, y ¿Yo tengo cara de estúpida?

—Aja.

—¡Loto!

—Mmmm— ante mi respuesta, baja la carta y me mira fijamente. Alzo mis cejas buscando una aclaración.

La pelinegra frunce su ceño molesta y aclara su garganta.

Aquí vamos de nuevo.

—¿Qué pasó?

—Nada. — alza sus cejas—En serio, ese es el problema, no pasó nada. No lo entiendo Sarah, ese hombre es peor que un problema de algebra.

—A ti te iba bien en algebra.

—¡Exacto! No entiendo. No lo entiendo.

—Entonces... después de su momento "Incomodo" te fuiste a casa y no hablaste con él. —Asiento mirándola.

Al siguiente día, mamá se había sorprendido al ver que iba a ir a la inauguración. Así fue como maneje por 5 horas y me encontraba en Rivital.

—¿Qué vas hacer?

—No sé. Entiendo que tenga secretos, por Dios. Todo el mundo los tiene. Yo los tengo.

—Pero...

—Pero... siento que Hendrick todavía vive en el suyo. No sé qué le paso o que es lo causante de eso. Todavía no pude lidiar con el dolor. No sé si quiero estar allí para vivirlo con él. Suficiente tengo con el mío.

Mi amiga asiente y tuerce un poco la boca.

—¿Tú lo sabes? ¿Cierto?

Entrelaza sus manos, las pone encima de la mesa y asiente.

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