Capítulo 10: "Viejito Cascarrabias..."

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Los gritos de la pelinegra son tan altos que resuenan contra las paredes de la casa y yo no me quedo a tras acompañándola, tanto así, que mamá tiene que cubrirse sus odios, pero le restó importancia para ver a la mujer frente a mí

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Los gritos de la pelinegra son tan altos que resuenan contra las paredes de la casa y yo no me quedo a tras acompañándola, tanto así, que mamá tiene que cubrirse sus odios, pero le restó importancia para ver a la mujer frente a mí. Es increíble cómo ha cambiado y solo ha sido un mes sin verla, sonreímos y saltamos como dos pequeñas niñas cuando les compran sus helados favoritos.

Sí, Sarah Mayer ha llegado, pero para causar estragos.

—Debería ver a mi otorrino— Anuncia, mamá luego de ver que nos quedamos calladas.

—No exageres mami, solo fueron unos grititos.

—Fueron 10 minutos de gritos— dice. Toma la maleta con la mano derecha. Veo dudas en sus ojos. — ¿Será seguro irme? ¿Dejarlas solas?

—¿Al caso estas dudando?

—Ahora, sí—y realmente lo hace, pasa su mirada por la cara de mi amiga y la mía.

Hada Madrina ¿Estás acá?

—Por favor, señora Camellia, nada nos va a pasar—expresa, mi amiga—además, nos conoces muy bien, sabes cómo nos comportamos. — La rubia tuerce la boca y niega con la cabeza.

—Porque se cómo se comportan, dudo mucho en irme. — Sé que no está bromeando, realmente no quiere irse.

Toco el puente mi nariz. Aplicar plan B.

—Ma'— llamo su atención— ya me has dejado sola. Además, tenemos un trato, ¿Lo recuerdas? —Asiente —Y mira que el chofer está esperando— explico mirando por la puerta, la cual ha estado abierta desde que mi mejor amiga llego, saltando del carro y botando a medio camino su bolso y chaqueta.

Mamá suspira y reza mentalmente.

—Está bien, compórtense bien— comunica. Nos abraza y se monta en el coche. Nuestras miradas no pierden de vista ningún movimiento hasta que este desaparece.

—Ahora si pequeña mentirosa... ¿Dónde está? — indaga, mi amiga.

—¿De qué hablas?

—De tu vecino, el que está más rico que comer pan con las manos. — río ante sus palabras.

Realmente la extrañaba.

—Debe estar trabajando.

—Ah— su cara demuestra decepción total. —¿Entonces que vamos hacer? Yo quería espiarlo, hasta traje unos binoculares.

—Estás loca. —digo con diversión—, Pero... ¿En serio los trajiste?

—Obvio, yo nunca miento.

Sonrió con malicia. Tendré que ver algo interesante el domingo.

—Ven— tomo su mano— subamos, llevemos la maleta y recoge tu bolso, te enseño tu habitación y te aviso que esta noche tenemos una cena doble.

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