Capítulo 6: "Te debo una cena."

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El reloj pegado en la pared de la cocina, marcan exactamente las 5:45am y mi pequeño, parece un conejo saltando de un lado a lado, sin poder creer que hoy será su primer día en el colegio

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El reloj pegado en la pared de la cocina, marcan exactamente las 5:45am y mi pequeño, parece un conejo saltando de un lado a lado, sin poder creer que hoy será su primer día en el colegio.

Su cabellera rubia ondea a través de la cocina, y al mismo tiempo, trata de comer su cereal, el cual no tiene leche alguna, que por alguna extraña razón, siempre se la toma primero.

Mi corazón se hinchaba de orgullo, mi niño estaba creciendo y sé que ella lo estaría más e incluso saltaría más alto.

Realmente te extraño, amor.

Se parece tanto, a ti.

—Papi—el sonido tan familiar, me saca del trance en el que estoy. Miro al causante de dicha acción.

—¿Sí? ¿Terminaste? — Asiente con su cabeza de manera dudosa— Ve a cepillarte los dientes y nos vamos.

—¡SÍ! —su grito hace eco en la cocina antes de salir. Sonrió como tonto y vuelvo al reloj. 5:50 y por inercia fijo mi mirada en la casa vecina, si mis cálculos no están mal, en 10 minutos saldría la rubia caminadora y sonrió.

Inmediatamente quito ese gesto de mi cara.

¿Qué estoy pensando?

Sacudo mi cabeza para dispersar esos pensamientos.

Solo es la vecina.

Momento de irnos.

—¡Connor es hora! — lo llamo, el rubio baja las escaleras con su nueva mochila y su sonrisa es más resplandeciente que el sol.

—Rápido papi— expresa y sale corriendo al coche.

Persigo sus pasos, al pisar el último escalón de la puerta de la cocina, el viento frío de las mañanas de Lago Cristal me golpea abruptamente. Corro inmediatamente y me subo al coche.

Volteo a mirar a mi hijo, el cual ya está sentado en el asiento trasero, revisando de nuevo su mochila. Contando cada uno de los colores junto a los lápices. Me acerco para acomodar su cinturón de seguridad y prendo el carro.

Uno minutos después, retrocedo el auto y voy bajando de a poco por el camino para llegar a la carretera, pero, antes de llegar al final, una cabellera rubia alumbra en el final de esta, hoy está usando un conjunto deportivo azul, incluso tiene una chaqueta a juego con su ropa.

Su mirada se alza al momento de ver el auto y una grande sonrisa se abisma en sus labios. A medida que me acerco, mi hijo nota su presencia y como de manera habitual en cada mañana que la encontramos, ondea su mano con entusiasmo, ella no se demora en responder su gesto, luego, levanta su mirada y me da un saludo con su cabeza. Hago lo mismo. Al llegar al final, tomo mi camino pero no la puedo dejar de ver por el espejo.

Algo raro me pasa.

No es normal.

El colegio esta abarrotados de niños corriendo de un lado para otro, es como ver a más de 500 Connor's, con el mismo entusiasmo y locura.

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