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CAPÍTULO 50
Oh, oh...

—Buenos días padre. —Me puse de pie de un salto, dejando el desayuno a medio terminar y emboscando una gran sonrisa. Mi madre a mi lado, solo me sonrió con ternura pero siguió comiendo como si nada.

Él —quien pasaba por ahí sin inmutarse en nosotras—, se detiene con el teléfono en el aire pegado a su oreja. Me escanea con la mirada de arriba abajo y yo me esfuerzo para mantener la sonrisa firme y acomodar con mis manos mi blusa hacia abajo.

—¿Y tus entrenamientos? —Fue lo único que respondió.

—¡Ah! Los he terminado temprano, me encerraron en una alcantarilla pero pude salir rápido. —Fue evidente mi alegría en el tono de voz.

Él vuelve a darme una mirada para luego, sin decir más, vuelve a caminar concentrándose en la llamada pendiente. Cuando no está más en la sala, me dejo caer en la silla nuevamente y mi sonrisa se borra poco a poco.

—No seas tan dura amor. —Mi madre atrae mi atención. —Sabes como es tu padre de estoico.

—Nunca quiere pasar tiempo conmigo.

—Créeme, quiere hacerlo. Pero tienes que entender que su trabajo es uno a tiempo completo, no puede ir alagando y amando cuando en realidad debe mantener la imagen de imponencia.

—¿Y no puede escabillerse un rato?

—La última vez que se escabullo un rato para pasar tiempo con la familia sucedió esto. —Mostró su enorme cicatriz en el hombro. —¿Te he contado la historia?

—Sí. Cuando atacaron la sede otra mafia y él no estaba por llevarme a mi al parque, fueron hacia ti y te atacaron.

—Así es. Tuve suerte de que tu padre también me haya forzado a hacer entrenamientos y pude defenderme por mi misma. Amber, tu padre es un ser humano con muchos sentimientos pero su trabajo no lo permite demostrarlo, aun así nos demuestra su amor con estos detalles, queriendo que entrenemos arduamente para poder defendernos, ese día donde él no estuvo, yo sobreviví gracias a él, incluso cuando él no estaba.

—A veces es agotador.

—Tiene una forma agotadora de demostrar amor. —Se ríe. —Lo tengo en cuenta. Pero no es malo, y tu eres su máximo orgullo. —Extiende la mano por sobre la mesa. —Todo lo que hace tu padre es por nuestro bien.

—Lo entiendo mamá. No los defraudaré.

¿Quién lo diría que cinco años luego yo la mataría y huiria para siempre de él?

¿Quién diría que terminaría muerto por mi culpa?

Bast lo mato por mi culpa, si yo nunca lo hubiese utilizado como escudo ellos no se conocerían. Y eso, lo hubiese mantenido con vida.

¿Será que todo estaba destinado a morir por mi culpa?

Tssh...

No sentía ni culpa, ni remordimiento, ni pena, ni tristeza. Sentía un agujero negro en el pecho que solo generaba dudas en mi cabeza pero ninguna otra emoción sobre aquello. En mi mente sabía que era mi culpa, que estaba mal pero aún así no lo sentía como un acto que realmente me afectase.

Pasaré mis cortos años de existencia sola, sin poder tener hijos y sin poder tener marido gracias a mi arduo trabajo.

¿Y porque eso me estaba dando igual?

—Amber. —Lizandro me llama en un susurro.

Parpadeo saliendo de mi aturdimiento y enfoco mis ojos en él. Al instante que salgo de mis propios pensamientos recuerdo la situación en la que estoy.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora