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CAPÍTULO 27

PEONES

El viaje con los O'Kelly era perfecto para tomar distancia de la cuidad. Todos nos entrábamos en un coche, dado que Hannah también iba con Finn por lo cual, sus padres iban en un coche aparte junto a Hannah y Finn, mientras que Bast, el cachorro y yo en otro.

Teníamos ocho malditas horas de viaje, por lo cual, bienvenidos a mi karma.

—No pasó dos horas y ya tengo el culo cuadrado de tanto estar sentada. —Me muevo incomoda en el lugar.

Bast, quien conducía, me mira de reojo.

—Siempre lo tienes cuadrado.

—Bast. —Lo miro. —No dañes mi autoestima ahora.

Pone sus ojos en blanco.

—Asegúrate que esté bien.

Me giro a ver atrás. Cachorro está durmiendo plácidamente en su jaula de transporte.

—Está bien.

Vuelvo a centrarme hacia adelante, para mirar por la ventanilla.

No sé cómo tomarme emocionalmente este viaje. Una parte de mi quiere divertirse, alegrarse. Estaré fuera de la ciudad lo cual implica que mi padre me buscará y fallará. Me he traído todo lo importante por si algo sale mal, incluso por si revisa mis cosas intentando localizarme.

Sé perfectamente que el primer día que vuelva tiene que ser el primer día que me vaya.

Ni si quiera sé porque estoy haciendo esto. Los O'Kelly siempre me han tratado de maravilla y ahora los estaré engañando, de nuevo, de una forma tan desgarradora.

No puedo quedarme, ya no quiero mentirles en la puta cara cuando me tratan de una persona correcta pero sé que si me voy no tendrán protección. Podría decirle a Lizandro que los cuide pero me estaría arriesgando a me rastree o que le cuente sobre mi huida.

No sé qué hacer.

—¿Puedo conducir? —Pregunté, necesitaba distraerme. —Tú descansa, vayamosnos turnando.

—Bien. —No suena muy convenido. Aunque no puede quejarse, vamos en mi auto. —La próxima estación de servicio sacamos a cachorro a sus necesidades y empiezas a conducir luego tú.

No contesto me limitó a simplemente ver la ventana.

Miro distraídamente por el espejo retrovisor, esa maldita camioneta gris nos sigue. No sé si Bast se ha dado cuenta pero estoy demasiado harta de ser perseguida como para hablarlo.

Media hora después nos detenemos en la estación de servicio. Hannah y Finn fueron a comprar chucherías mientras que Haziel recarga gasolina y Jane le hace compañía.

—Iré al lavado. —Cojo mi bolso. —No me tardo.

Él solo asiente con la cabeza, muy concentrado esta en dominar la bestia de solo un mes de nacimiento con la correa.

Veo de reojo como la camioneta gris se detiene a mi lado, en el estacionamiento. Comparto una mirada fija en ella hasta que me deslizo y comienzo a caminar a susodicho lugar.

Al llegar todo estaba vacío. Voy a hacer mis necesidades y luego me acerco al espejo, para arreglar mi maquillaje y la peluca al cual me salió demasiado costosa pero es tan resistente y natural que casi ni siquiera hay que acomodar.

—¿La puta huyendo?

Miró por el espejo como en la puerta había un gorila. Estaba de brazos cruzados mirandome con una sonrisa.

—A tu padre no le gusta que salgas de la cuidad.

—Menos mal que no soy tan sumisa como lo eres tú. ¿Cuanto te paga para enviarme mensajitos?

Él se acerca a mi. De un brusco movimiento tengo su mano en mi cuello estampadome contra la pared con fuerza.

—Ya no tenemos por qué ser delicadosos contigo.

Alzo el mentón para verlo. Me da igual su estúpida amenaza, me necesitan con vida.

—Por si te has olvidado soy tu maldita líder. —Escupo con la mandíbula tensa. El odio es recalcado en cada palabra. —Morirán todos los que se pusieron y pondrán en mi contra, tarde o temprano.

Él aprieta aún más fuerte su agarre.

—¿Cómo crees que serás nuestra líder si vives huyendo?

Le sonrío con amargura.

—Utilizaré la mafia las veces que quiera, y créeme amor, soy más peligrosa que mi padre.

Levantó mi talón al mismo tiempo que saco un cuchillo de mi bota y empujo su cuerpo con fuerza hacia atrás, él retrocede. Lo vuelvo a empujar y le clavo la daga en su pecho.

Él abre la boca, gimiendo. Y yo vuelvo a empujarlo, retrocede torpemente llevando las manos a su abdomen donde el cuchillo le perforaba.

Lo dejo caer en un cubito. Le saco su arma, teléfono y todo tipo de objetos personales. Cuando le he sacado todo, alzo mi cabeza a verle el rostro.

Un hilo de sangre caía por su boca. Sus ojos perdían color y la sangre comenzaba a esparcirse.

—No vuelvas a creer que soy un peon de mi padre.

Me pongo de pie, cerrando la puerta. Camino hacia las canillas donde mojó su teléfono y su comunicador. Luego lo tiro a la basura. Limpio mis ensangrentadas manos y luego cojo mi bolso para salir tranquilamente del lavado.

Sin embargo veo algo que ha caído al suelo cuando lo ataqué. Mi garganta se seca en cuanto puedo ver el maldito polvo en una bolsita.

No.

Mantengo la mirada fija en la bolsita. Mi mente me grita que siga caminando sin embargo, no puedo hacerlo. El cosquilleo recorre mi espina dorsal, centrándose en mis dedos.

Hago un paso, intentando alejarme pero un escalofrío frío recorre mi espina dorsal. No.

Basta. No eres un peon. ¡Aléjate!

No sé porque dudo tanto. Solo debo salir. Salir. Salir.

Cojo la bolsa sin poder evitarlo. Mantengo mi vista en ésta sin poder pensar con claridad.

¡Suelta la maldita bolsa!

La guardo en mis bolsillos antes de salir del lavado.

Al hacerlo, me acerco a Bast que estaba volviendo a meter al cachorro en la jaula.

—¿Lista? —Me pregunta.

—Claro.

Nos volvemos a meter al coche. Esta vez yo conduciendo. Mientras acomodó el asiento y el espejo retrovisor a mi medida él me mira.

—¿Sucedió algo?

—No. ¿Por?

—Huele a sangre.

—Quizá el perro. Recuerda que ya no somos los únicos con sangre. —Enciendo el motor. —¿Y si te alimentas?

—Sí, eso haré.

Coge una de las bolsas de sangre que había robado del hospital y se la lleva a su boca para  alimentarse.

Me coloco los anteojos de sol antes de comenzar a conducir.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora