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CAPÍTULO 38
¿CUÁL ERA TU NOMBRE?

MARATON 1-2

Al terminar de inhalar la raya de coca hecho mi cabeza hacia atrás retrocediendo unos pasos, cerré mis ojos unos segundos e inhale profundamente. Me alegraba tener aire para mí misma, el estrés se esfuma y todos mis problemas son como aves volando lejos de mi eje.

—Veo que te diviertes. —Dice una chica.

—Esfumate.

—Soy...

—Vete. —Le doy una severa mirada.

Ahora todos quieren simpatizar conmigo, todos me piden que baile con ellos y las damas se hacen las amistosas. Como si no me diera cuenta que me darían un tiro en la sien si me descuidase.

Salgo del lavado, echando mi cabeza hacia atrás y alzando el mentón. Camino a paso firme hacia la barra donde mi padre me esperaba hablando con unos socios.

—Ella es mi hija, Amber. —Me presenta.

Miro a los socios, son dos.

El más grande debe rodear los cincuenta, mientras que el otro parece ser su hijo, de al menos treinta o menos años.

—Amber Neferet, larga vida a la heredera. —Hacen una ridícula reverencia. —Nos alegra que el negocio te recuperase.

—Quiero todo lo que es mio de vuelta. —Contesté dándole una inexpresiva mirada.

—Así se habla. —El adulto animó. —¿Y el muchacho que has presentado antes? ¿Cómo era...? ¿Bast?

—La reina no necesita rey. —Cogi una de las copas de vino. —No necesito a un hombre que luego quiera dominarme.

—Necesitas herederos. —Alza una de sus cejas.

—Lo que necesito es divertirme, y ustedes una buena raya. —Alzo una bolsita. —¿No?

—No solemos drogarnos en eventos.

—Oh. Que lástima. —Miré la bolsita —, nadie tiene el ritmo de un Neferet...

—Yo probaré. —Se encoge de hombros el hombre, estirando su mano para quitarme la bolsita.

Mi padre comparte una satisfactoria mirada conmigo, nuestra droga no es como las demás, es muy adictiva por ende si prueba tendremos en nuestras manos su persona.

Él se hace aún lado para inhalarla en la barra y yo miro hacia otro lado, aburrida.

—¿Tienes frío? —Preguntó el de veinticinco, llamando la atención de mi padre.

—¿Eh?

—Estas temblando.

Es verdad. Estoy temblando como lunática, incluso mi mano parecía no tener un control ni unión a mi mente.

—Ordenaré que apaguen la calefacción. —Dice mi padre, intentando arreglar el hecho que luzco como un asquerosa drogadicta descontrolada.

Se retira dejándome con un hombre inhalando coca y su hijo mirandome, intentando encontrar el mayor defecto.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora