CAPÍTULO 49
DOS PUTOS LOCOS.
¿DÓNDE DEJAMOS NUESTRA CORDURA?—Estoy orgulloso de ti.
Embosque una sonrisa llenando el pecho de orgullo ante el alago de mi padre, él me dedicó otra de sus sonrisas para luego mirar hacia las placas de disparo donde efectivamente todos los disparos habían dado al blanco, absolutamente todos.
—Que perfecta puntería. —Sonrió mi madre, acariciandome los hombros. —Ya quisiera ser igual de talentosa como tú, mi amor.
Mi padre le sinrió a mi madre para luego mirarme.
—Luz de mis ojos. —Besó mi frente. —¿Qué sería yo sin mi perfecta hija?
Mi madre acarició mi cabello, estaba suelto. Debía de admitir que sus caricias siempre me hacían cerrar los ojos.
—Tengo una reunión. —Acortó separándose. —Amber entra a tus entrenamientos, tu madre y yo volveremos al anochecer.
Asentí con la cabeza, una niña de doce años nunca terminaba de entender la urgencia de sus reuniones.
—Papá, no quiero ser colgada de vuelta... Ayer me colgaron y tarde mucho en desatarme, me ha quedado marca.
—Sabes porque entrenamos amor.
—Lo sé, pero duele.
—El dolor es enseñanza. —Su mirada se endureció. —Sin dolor no aprendes, lo necesitas.
Mi madre sonrió triste, pero no le quito la razón.
—Necesitas sufrir, hija. —Sujeta de mi mentón y me hace mirarlo, presiona su agarre con fuerza haciéndome gemir adolorida. — Sufre.
Sufre...
Sufre...
Sufre...
Sufre...
Sufre...
Necesito sufrir...
Abro los ojos lentamente cuando logro enfocar el techo color blanco frente a mis ojos. Rápidamente el dolor de cabeza me hace estremecer y retorcerme en mi lugar, cuando llevo una mano a mi frente, exhausta, noto que está vendada justo donde Bast me había mordido.
Siento algo inquieto en mi cuerpo, como un cosquilleo incómodo que recorre mi columna hasta llegar a mi nuca, donde las ganas de frotarme la piel como si tuviese varicela me consumen.
Pero noto que tengo unas esposas puestas, donde largas cadenas las unían a la cama.
¿Qué...?
Y entonces, recuerdo.
«—Larga vida a la heredera.»
Su sonrisa cínica...
Mi padre...
Su corazón...
—Despertaste. —Lizandro se acerca apresurado. Capta mi mirada llena de terror al instante, ya que no tarda en hablar. —Lo siento por atarte, es que has gritado en sueños, creo que una pesadilla y te estabas haciendo daño. Te desmayaste hace unas ¿Tres horas?
—¿Dónde está mi padre? —Lo corto.
Él traga en seco y y yo respiro hondo para luego volver a preguntar.
—Lizandro, ¿Dónde está mi padre?
—Lo siento mucho, Amber.
Abro mi boca, como si de pronto hubiese recibido un golpe en el vientre que le quite el aire de los pulmones, bajo la mirada al suelo y le late la cabeza mientras en mi mente se reproducen una y otra vez las escenas que por segundos fui ilusa de creer que fueron solo un sueño.
ESTÁS LEYENDO
Bast
AdventureBast era muy distinto a los demás. Y no lo decía en el sentido figurado, de hecho, a parte de tener un físico envidiable, personalidad llamativa, una inteligencia inigualable y una increíble capacidad de dejarme sin paciencia en menos de tres oraci...