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CAPÍTULO 34
LA DROGA SIEMPRE CONDENA

El dolor de cabeza es notorio pero me la empaño para seguir caminando arrastrando mi maleta.

—¿A dónde señorita? —Pregunta el taxista.

—¿Eh?

—¿A donde la llevo?

—Ah. Eh...—Miro mi alrededor.

—¿Se siente bien?

Llevo una mano a mi cabeza. Evidentemente cada vez empeora.

—Al aeropuerto. —Informo. —Lo siento.

Él solo sonríe y se limita a conducir hacia el lugar.

Al cabo de unos segundos noto que siento un cosquilleo en mi nariz que hace que me frote. No puedo soportarlo, sé que ese cosquilleo terminará cuando me drogue y evidentemente está que no puedo drogarme en un taxi, menos antes de tomar un vuelo.

—Si que estas jodida.

Me giro la cabeza asustada y veo en el asiento a mi lado a Sebastián, me miraba con una sonrisa arrogante, típicas de él.

—Estas muy jodida.

Parpadeo y su figura desaparece. Suelto el aire de mis pulmones asustada y me concentro en mirar mis zapatos.

Ahora tienes alucinaciones, genial.

Necesito droga.

Miró mi alrededor. Ahora me cosquillea la nuca y estoy sudando en frío. Froto mi hombro en forma de autoconsuelo mientras mi pierna sube y baja constantemente.

La necesito.

Llegamos al aeropuerto el hombre baja mi maleta y yo le pago. Cuando giro y veo el edificio noto que mis entrañas se encojan.

No puedo.

Inhalo profundamente.

Respira, relájate, vamos.

—Que destructiva eres.

Giro mi cabeza y está Sebastián. Cierro mis ojos y cuando los abro ya no lo está.

Una señora que pasaba por ahí me miraba raro.

Camino rápidamente hacia el interior del edificio. Me detengo en seco.

—¡Desidete! —Me grito a mi misma.

Unos hombres que iban caminando brincan ante mi repentino grito.

Busco en mis bolsillos droga, la he consumido toda y al vuelo no puedo pasar con esas sustancias. Froto mi sien frustrada.

Sebastián.

Echo mi cabeza hacia atrás haciéndole un puchero a Dios. Sé que me odias Dios pero tampoco me pongas las cosas tan difíciles.

No quiero abandonarlo, de hecho, no quiero huir de él pero es lo único que sé hacer. Irme antes de que todo empeore, irme porque suelo arruinarlo todo, porque es lo único que me sale bien.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora