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CAPÍTULO 45
PREOCUPACIONES.




—¿No han visto a Bast?

Los gorilas negaron con la cabeza e hice chasquear mi lengua con desapruebo, me giré yendo hacia los pasillos donde estaban desiertos de la presencia de mi chico.

—¿Han visto a Sebastián?

Otros negaron con la cabeza.

Pasé una mano por mi frente.

—¡No se queden ahí parados! —Grité, exasperada. —¡Busquenlo!

Brincan del susto y al instante salen despavoridos a acotar la orden. No me detengo y sigo caminando, al abrir la habitación de su cuarto busco en sus cajones algo que me indique que aún está aquí, pero no hay nada.

Encuentro su teléfono bajo la almohada. Sigue aquí.

Abro la puerta del lavado y no está, la tina antes llena de sangre ahora está vacía.

Debió estar enojado como para botar tanta sangre.

Salgo del cuarto furiosa. ¡Lo que me faltaba!

Mi comunicador de voz en la cintura suena, lo desabrocho y lo llevo a mi boca.

—¿Qué?

—Soy Damon.

—Ah, ¿Qué? —Mi voz se suaviza.

—Estoy viendo a Bastian desde las cámaras de seguridad, está en el patio derecho al lado de una cascada con un perro.

Suspiró del alivio.

—Gracias, Damon. —Llevo el aparato nuevamente a mi cintura colgando y sigo caminando, los gorilas se acercan para decirme algo pero los detengo. —Dejen, son unos inútiles.

Salgo del edificio y camino por la zona donde me indicó, cuando llego efectivamente él estaba mirando el perro como caminaba olfateando todo. Me cruzo de brazos cuando llego frente a él.

—Creí que escapaste.

—Me trajeron a mi perro, quería apartarme un poco.

Me arodillo y el cachorro se acerca a mi a olfatearme, al olerme se alegra y mueve enérgicamente su cola, le acaricio el pelaje y él comienza a frotarse contra mí.

Se lo regalé en su cumpleaños, era tan solo un bebé cuando lo hice pero ahora estaba un poquito más grande. Igual de hermoso como siempre y con mucho pelo.

—¿Cómo se llama? —Pregunté

—Cachorro. —Responde indiferente mirando hacia otro lado.

—¿Cachorro? Recuerdo que no sabíamos que nombre ponerle, pero... ¿Cachorro?

—Moriste después de dármelo, no quería ponerle un nombre sin ti. Quedó cachorro porque así le decías.

—Mírate Bast. —Le Acaricie las orejas y me puse de pie. —Todo un sentimental.

—Pudrete.

Lo miro divertida pero mi sonrisa se esfuma cuando veo su expresión, no tiene ninguna mirada egocéntrica, ni esas sonrisas coquetas que hacen que me caiga de culo, ni esa expresión de diversión que siempre mantiene al menos conmigo.

Esta inexpresivo, tal como cuando lo conocí.

—¿Qué pasa, Bast?

—No me gusta nada que vayas ahora haciéndote amiguita de tu padre.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora