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CAPÍTULO 23

OLIVIA

BAST POV.

Despierto cuando la alarma de mi teléfono comienza a sonar. Me intento mover pero entonces noto como la figura de Amber aún sigue sobre mi. Duerme tranquilamente, aspirando y exhalando mientras que sus cachetes son tan gorditos que la hacen abrir la boca ligeramente.

Sonrío viéndola. Tiene las mejillas coloradas, el cabello cae tranquilamente por nuestros cuerpos. Lacio e impecable, como siempre. Miro el ventanal y por más que desee estar acostado minutos más tenía que levantarme.

La dejé sobre la cama mientras que ella duerme sin inmutarse. Por el historial de tantas veces que se ha quedado dormida sé que costará más que moverla simplemente para hacer que se despierte. Es un orangután.

Cojo ropa y voy al lavado. Tomo una ducha rápida mientras que cepillo mis dientes. Comprobando que tenga el tiempo controlado.

Al salir, cojo mi maletin y me cambio el reloj. Debo comprarme otro, éste ya comienza a pedirme su jubilación.

Camino a la puerta, dispuesto a irme pero me detengo y tiro a ver a Amber.

¿Se supone que debo despertarla?

¿Y si dejo una carta...?

No. Nunca me ha gusta mi tipografía.

Si no la despierto quizá se pierda sus clases.

¿O no?

Saco mi teléfono y voy al balcón. Marcando a mi hermana. Ella me atiende al tercer tono.

—¿Bast...? —Dice entre sorprendida y adolorida. No envidio la diversión que ha tenido con su novio anoche, debe tener una resaca horrible pero es suficientemente buena hermana como para contestarme a pesar de la hora tan temprana.

—¿Hoy tiene universidad Alyssa?

—¿Aly? —Parece que se despereza.—Mm, no lo sé. Eh... No. No, no tiene. Pero creo que había dicho algo sobre qué debía ir temprano al centro comercial.

—Gracias. —Y cuelgo antes que me pregunte algo más.

Me acerco a la cama nuevamente.

Quizá deba despertarla, pero no sabría que hacer. Me razgo la nuca, nervioso y luego miro mi teléfono.

¿Y si la dejo dormir y tiene algo importante que hacer con su identidad de Amber y por eso Hannah no sabe?

Ninguna chica había quedado a dormir antes, a menos que las piyamadas obligadas por mis padres con Hannah contaran. Aunque no era la gran cosa, solía dormirme temprano para no soportarla.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras. Mi padre se encontraba arreglandose la corbata frente al espejo.

—Necesito ayuda. —Más sonó a una exigencia a un favor.

—¿Tú? —Me mira sin dejar de arreglarse el traje, dejando ver su sorpresa.

—Amber está dormida. En diez minutos haz un ruido que sea digno de que se despierte. Ruido fuerte porque no se despierta fácilmente.

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