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CAPITULO ONCE

MENUDO GUARDAESPALDAS



Sé que estoy sonriendo en sueños. Ni siquiera necesito abrir los ojos, estoy consiente que estoy en la cama de uno de las habitaciones de la casa de mi padre, y realmente nunca he dormido mejor antes. Sé que aquí no corro peligro y puedo dormir sin preocupaciones. Abrazo mi almohada con fuerza mientras suspiro.

Me desperezo en mi cama, disfrutando el espacio y las suaves sedas de la sabana sobre mi cuerpo acariciarme con cada movimiento.

Esto es el paraíso.

—Que asco de mañana.

Bueno, nadie puede disfrutar del cielo sin interrupción del diablo.

Abro mis ojos y alzo un poco la cabeza para verlo, está con su cabello húmedo y vestido con su vestimenta negra. Se ha dado una ducha. Yo por mi parte odio las duchas mañaneras, adoro ducharme de noche.

—Que asco despertarse temprano. —Farfulla, como un niño pequeño.

—¿Puedes guardar silencio? Me gusta despertar pacíficamente.

—¿Puedes no hablar? Si hablas me recuerdas tu existencia y ya me deprimo.

Puse los ojos en blanco irritada y me pongo de pie, he dormido con el vestido puesto y realmente está arrugado, incluso ya lo comienzo a sentir incómodo.

La puerta suena y miró mi reloj. Faltan veinte minutos para ser las seis, Bast abre la puerta y yo asomo la cabeza por sobre su hombro, poniéndome en puntitas de pie.

—¡Buenos días! —Lizandro saluda alegremente.

—Hola. —Le contesta borde.

—Les he traído ropa, espero que sea de vuestra talla y si no lo es avísenme.

Bast asiente con la cabeza cogiendo la ropa y la examina luego me la pasa a mi, la ropa de Bast es negra y tengo un vestido igual pero bordó al que llevo puesto.

—En veinte minutos será el desayuno así que ya me voy.

—Gracias, Lizandro. —Sonrío.

Y Bast le cierra la puerta en la cara.

Le pongo mala cara al instante.

—Eres un maleducado.

—Son casi las seis de la mañana no puedo ser educado.

Coge la ropa negra y se va al baño nuevamente.

Niego con la cabeza mirando las prendas, es un lindo detalle que haya elegido ropa que sea igual a nuestro estilo anterior, de otra manera no me lo imagino a Bast con una sudadera o a mi con algo que no sea un vestido.

Como Bast está en el baño, elegí cambiarme pero al lado de la cama, me vestí rápidamente por miedo que Bast llegue a salir y verme en esa situación. Bast sale del baño cuando yo ya he terminado y ahora estaba poniéndome mis aretes.

Luego de que haga toda mi rutina mañanera —y quede maravillada porque había hasta cepillos de dientes extras, Lizandro hacia un genial trabajo—, salimos de la habitación. Caminamos hacia la sala con nuestros brazos entrelazados, al llegar pude oír perfectamente una parte de la conversación:

—... Cargamento de la semana que viene.

Todos se callan cuando nos ven entrar, mi padre deja de beber su café para regalarme una radiante sonrisa mientras que se esfuma en cuanto pone la mirada en el vampirito toca pelotas.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora