CAPÍTULO OCHO
TRANSFORMACIONES Y RECUERDOS BORROSOS
Bast se detuvo frente a su casa, preferí no bajarme porque seguía en un momento idiota de mi vida así que me quedé dentro del DBS mientras él se bajaba a cambiarse de ropa.
Miré el auto aburridamente mientras tanto. Nunca es bueno dejar un bebé en un auto encerrado, ni tampoco es bueno dejar a una drogada. Comencé a ver los botones en la parte central que dividían nuestros asientos, aprieto un botón, no sé porqué y casi al instante siento una fría brisa salir desde las ventilas de calefacción. Un escanlofrio me recorre y elijo apagarlo, sin embargo al tocar el botón la brisa comenzó a salir con aún más fuerza.
Entre abrí mi boca, entrando en una pequeña desesperación mientras volvía a tocar el botón y se intensificaba aun más el frío.
¡Ni siquiera tengo abrigo, Bast prácticamente me arrastró sin coger ni siquiera mi teléfono!
Miré los otros botones y toqué el primero que vi los faros de luz delanteros se prendieron.
Joder.
Toqué otro botón intentando arreglar mis ahora dos daños, pero al mismo momento que aprieto el botón el limpiaparabrisas comienza a moverse limpiando la mugre inexistente. Toco el mismo botón queriéndolo apagar pero brinqué en mi lugar viendo como ahora de no sé donde comenzó a salir pequeños chorritos de agua para que el limpiaparabrisas limpie mejor.
Entre en pánico.
Intento salir del auto rápidamente pero me quedé atorada contra el cinturón y casi me ahorco con éste, me lo quito maldiciendo entre dientes y me bajo del auto. Cierro la puerta y floto mis brazos con frío, miré a ambos lados asegurándome que nadie haya visto mi masiva y continúa estupidez.
Pero entonces veo a Bast salir de la casa apresurado.
—¿¡Qué haces, demente!?—Llega hacia el auto, lo abre y comienza a tocar botones y botones hasta apagar todo. Sonrío con inocencia volviendome a meter en el auto mientras él lo mira como si hubiese sido atacado internamente por un orangután.
—Empezó a andar mal —Me quejé. —Los botones no me hacian caso.
—¿Prendiste el aire acondicionado? —Frunce sus cejas—Pero, ¿Sí sabes que hacen -3 grados, no?
—¡Culpa tuya por dejarme sola en el auto! —Me cruzo de brazos, muy digna.
—¿Culpa mia? ¡Tú has querido quedarte aquí!
—¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué te aplauda mientras te cambias de ropa?
Él me fulmina con la mirada y yo aprovecho para verlo, zapatos, pantalones y camisa negra, con los dos botones desabrochados. Mi mente perversa deleitó.
—¿Siempre usas camisa?
—Me gustan. —Contestó, prendiendo la calefacción para quitarle el frío al auto.
—¿Y por qué no usas una hawaiana? Aquí muchos la usan para ir a la playa.
—Porque hace frío para ir a la playa, practicamente va a nevar en cualquier momento y además, ¡Son horribles!
Comienza a conducir, horrorizado con la idea de usarlas.
—Pues a mi me gustan.
—Pero eres mujer, la mujer puede ponerse una sudadera de winnie po y unas sandalias y ya está lista para ir a una alfombra roja, para los hombres es más dificil.
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Bast
AdventureBast era muy distinto a los demás. Y no lo decía en el sentido figurado, de hecho, a parte de tener un físico envidiable, personalidad llamativa, una inteligencia inigualable y una increíble capacidad de dejarme sin paciencia en menos de tres oraci...