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CAPÍTULO 47
Malditos juegos.

La puerta rechina cuando abro mis ojos, veo los rayos de luz aparecer en la fría y maldita oscuridad. No miro quien entra a la habitación, ni tampoco me interesa. Sigo con la cabeza inclinada sobre la almohada y la respiración lenta.

Los pasos interrumpen el silencio de la habitación, son zapatos masculinos y el ruido emitido es despreocupado y casi silencioso, por lo cual se quien viene sin ni siquiera tener que mirarlo.

—Sigues en cama. —No suena sorprendido. —¿Por cuánto tiempo estarás así, hija?

No contesto, creo que tengo adormecido el paladar, o no lo sé. ¿Importará?

—Sea lo que sea que sucedió lo superarás. —Se sienta en el borde de la cama, inclinándose ligeramente hacia mí. —Tienes mi apoyo.

¿Por cuánto tiempo serás un buen padre, papá?

Él inclina su cabeza aún costado viendo la mesa de luz y sus ojos escanean los restos de droga que he estado consumiendo. No se sorprende, puedo ver la desilusión en sus ojos. Quiere que haga la última prueba, la desintoxicación, pero nunca lo haré.

—Ya veo donde has estado ocupada los últimos dos días... Entiendo tu momento de silencio, pero siento que algo pasa y no me lo cuentas. Quiero respetar tu espacio pero hace dos días sufrimos un intento de asesinato, y tengo la sospecha de que tienes algo que ver.

Me mira esperando la respuesta, no le devuelvo aquella mirada. Mantengo mi vista en la mesa de luz donde las jeringas rotas, vacías y por usar se mantienen allí.

—Damon insiste en verte. —Comenta, tras un largo silencio. —Está preocupado, ahora entiendo porqué querías tanto conservar esa identidad de Alyssa Recce, la lealtad que te tiene es tan increíble.

Damon... Me costó recordarlo. Mi mente trabaha conectando puntos, también lo extraño, en las habitaciones más silenciosas se necesita su ruido.

—Aunque ese chico es alguien tan distinto a nosotros. —Continúa. —¿No lo crees? Estos dos días se ha querido acercar a mi, ya sabes, para preguntar por mi y hacer su trabajo pero... Siento que quiere agradarme, no por miedo sino por... Amistad. Muchas veces me ha tratado como si fuese un amigo más. Claro que luego se arrepintió avergonzado, pero es algo que le fluye tan natural que es sorprendente.

Si, Damon era esas personas que podían ser ruidosas y molestas pero su forma de ser amable y leal era algo que todos quisiesen obtener. Era afortunada de tenerlo.

—Sebastián también ha estado por aquí. —Añade, esta vez observándome con precaución. No parpadeo, ni me muevo, mantengo mi vista fija. —En la habitación de al frente, su perro molesto ladra mucho pero nadie quiere meterse con él, no es sorpresa que los rumores de su fuerza y velocidad es algo... Temible.

No quiero escuchar de él.

—Además... Ha pedido la habitación de al frente, todos los días vigila la puerta esperando que salgas, se va al trabajo, vuelve y sigue vigilando. Han discutido ¿No? Ninguno de los dos va a ceder, ambos esperando que el otro de el primer paso...

Está muy equivocado si cree que yo iré a él. No lo necesito, y este juego de esperar a que me recupere para arrancarme la única familia que tengo y tendré es algo descabellado pero algo que hará sin dudarlo. La decisión ya ha sido tomada de su parte.

—Recuperate pronto. —Me acarició el cabello y luego se puso de pie. —Si me necesitas sabes que estaré en menos de un minuto.

Camina hacia la puerta, escucho como sale y la oscuridad vuelve a subcionarme haciendo que me encoja en mi lugar.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora