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CAPITULO VEINTE

MEDICINA


En cuanto Bast me había envidiado el mensaje sobre la inesperada visita de unos detectives, me había cambiado de ropa, cepillado los dientes y puesto mi mejor maquillaje. Conduje prácticamente sin dejar de pisar el acelerador, al llegar aun estaban los oficiales así que sonreí y saque las llaves para introducirme.

Lo primero que veo es a Hannah y sus padres, los tres discutían de algo mientras que los policías estaban esparcidos por la casa revisándola.

—¿Alyssa? —Hannah preguntó al verme llegar.

—Hola, Bast me contó que estaban siendo interrogados. Vine a darles apoyo.

—Eres tan dulce. —Hannah me abraza con fuerza mientras que Jane me sonríe con calidad.—Están interrogando a Bast. Me da miedo, dicen que hubo un llamado anónimo. La detective no quiere contarnos mucho.

—¿Dónde está Bast?

—En la cocina, ve.

Besé su mejilla y me giré para caminar hacia allí. Cualquiera en mi situación cogería sus cosas y se iría lo más lejos posible pero adoraba la vida que tenía Alyssa en Florida así que ningún detective hará que eso se destruya. Y si no quiero que se destruya eso implicará que deba perfeccionar algunos cabos sueltos.

Al entrar puedo ver perfectamente como había una detective hablándole a Bast quien tenía ese tipo rostro inexpresivo, de aburrirse del mundo completo en sí. Al visualizarme en el umbral parece tanto sorprendido como relajado.

—¿Hola? —Se pone de pie la detective tras verme llegar.

Si quería que no interrogaran a Bast debía montar una escena que lo justifique.

Y tenía perfectamente una en mente.

La novia tóxica, posesiva y loca.

—¿Qué rayos haces con mi novio en privado, zorra? —Escupí cabreada llevándome ambas manos a la cintura. Miré a Bast. —¿Tan fácil me traicionas? ¿Esto valgo para ti?

—Eh... —La detective no sabe que hacer.

—¡Primero olvidas mi cumpleaños! —La interrumpí enumerando con mis dedos. —Después dices que mi madre es una pesada, no me diste bombones en San Valentín y has olvidado nuestra cita esta noche!

—Señorita, soy la dete...

—¡Seguro quieres follartelo! —Exclamé. —¿Sabes qué? Hazlo. Pero te advierto que su aliento a la mañana es a cebolla. ¡Y no sé por qué!

Me giré muy digna para irme.

—Vamos cariño, no te ofendas. —Me siguió el juego Bast. —No es mi culpa que tú huelas a huevo podrido por las axilas por las mañanas, no te desquites conmigo.

Me giré a verlo, llevando una mano a mi pecho.

—Señorita, debo tomarle una decla...

—¡No es mi culpa que no me quieras de verdad! —Le chille a Bast.

—¿Yo no quererte...? ¿Tienes en cuenta todo lo que he hecho por ti?

—Olvidaste de nuestra cita. —Fingí dolor.

Pobre detective, nos miraba con los ojos bien abiertos incrédula por nuestra situación.

—Jamás te olvidaría.

—¡Lo has hecho hoy!

—¡Es que me retrasó ella! —Apuntó a la detective.

Ella parpadeo saliendo de su confusión y negó con la cabeza y con las manos, alzando su libreta.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora