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CAPÍTULO 1

DÍSELO A ALYSSA . ¿O AMBER ?

PARTE UNO

Mi padre solía decir que el autocontrol es indispensable para un futuro sumamente exitoso e innovador. Decía, que mientras más control tengas de tu cuerpo y decisiones más poder tendrás sobre tu futuro.

Nunca tuve la fuerte necesidad de correr en busca de trabajo, ni tampoco correr detrás de mi padre en busca de ayuda, mucho menos lloré por una pérdida o me lamenté por una errónea decisión. Siempre fui fiel a mi instinto y siempre pude ganar cualquier tipo de juego que me he atrevido a jugar o crear.

Mi padre solía idealizarme, me dejaría su negocio a mis manos, crearía un inexpugnable soldado dentro de mi y me crearía su mayor arma. Sería tan letal como ninguna pero tan común y corriente como todas. Manejar los negocios que él tenía era algo que sólo las personas con mente fría podían estar.

También creí que eso iba a suceder, que iba a tener todo el control de la situación.

Pero no fue así.

Cuando mi padre estaba fiel y confiado a su plan, algo malo sucedió y lo causé yo. Huí de él, llevándome todo su dinero. Y todo control que adquirió se esfumó en el aire. Ahora él no era nadie, había perdido su dinero, su hija y probablemente él futuro que tenía en mente.

Pero después de todo, no me sentía mal por sabotear sus planes. Sabía que él era como un ave Fénix, siempre resucitaba de la mierda.

O mejor dicho, del fuego.

Nunca me detuve a pensar como yo moría.

¿De una forma absurda? ¿De vejez? ¿Un asesinato? A medida que lo pensaba descartaba las ideas. No, no creo morir de una forma tan sencilla.

De todas formas, no le temía a la muerte y disfrutaba de placeres de la vida, como por ejemplo me gustaba cantar.

No lo sé, podía estar horas y horas sentada tocando mi guitarra, cantando canciones que no existen más que en mi propia mente. Componía y cantaba durante las noches, mi cuerpo era noctámbulo y tenía la maldita certeza de que mi compañera de cuarto Hannah, esperaba despierta a que llegue al cuarto, me quite mis botas y comience a cantar. Mi rutina era la música, no conocía algo más bonito que ello.

Como era rutina, una noche fría del tres de agosto, llegué al cuarto y me quite mis botas, los pendientes largos y extraños que suelo utilizar -mientras más llamativo son más amor les tengo-, y fui directamente hacia mí cama.

Me senté allí. Estaba muy agotada, las clases en el instituto últimamente suelen ser cada vez más agotadoras.

Hannah sale del baño, atrayendo mi atención, tiene un vestido azul marino pegado a su cuerpo, unos zapatos mortales y su cabello rubio cae con hondas por sus hombros. Se lo ha rizado y le queda genial, es hermosa.

-¡Alyssa! -Exclama sorprendida. -¡Recién llegas y ya debemos irnos!

-¿Irnos? -Me asusté.

-Hoy llega mi hermano de Italia. -Alzó una ceja. -La cena familiar, ¿Ya te has olvidado?

Hago una mueca encogiéndome en mi lugar. Definitivamente lo había olvidado.

La familia de Hannah y Hannah me ha invitado a la cena familiar, siempre iba los domingos con ella a su casa, era como una hija más para ellos. Siempre me esperaban y si no iba a visitarlos me enviaban mensajitos preocupados. Eran adorables y tiernos, aunque solía ser difícil relacionarme con ellos. Sentía que me incluían en su familia tanto porque sabían que desde los cuatro años que Hannah y yo compartimos la residencia jamás ningún familiar me iba a avisar y conociendo como es Hannah no dudo que les haya contado y sintieran pena.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora