Por más que me esforzara no lo entendía, no lo terminaba de comprender. Al llegar al edificio sabía perfectamente que mi padre probablemente tenga una ira más grande que ninguna, de hecho me esperaba que llegase y su forma de "hacerme pagar el mal rato" fuese dándome un arduo entrenamiento.
Pero no fue así.
Para la sorpresa de todo, a penas entré a la sala estaba mi padre discutiendo por teléfono con los gorilas detrás esperando órdenes.
Cuando levantó la cabeza al sentir mi presencia se quedó mirandome unos segundos en silencio, los gorilas salieron de la sala y por supuesto él colgó el teléfono.
Presionó sus labios en una fila línea recta, hasta que comenzó a caminar velozmente hasta alcanzarme. Al verlo tan decidido esperé una bofetada, un grito, un regaño.
Pero apenas llegó, solo sentí sus brazos rodearme y presionarme con fuerza contra su pecho.
No respiré. No parpadee. Me quedé perpleja mirando con los ojos bien abiertos como tenía el agarre sobre mi, en un gesto tan... Cariñoso conmigo.
Solía recibir estos abrazos con Haziel, el padre de Hannah, y era natural. Sabía que ellos me abrazaban así cuando me extrañaban o cuando me felicitaban. Solo ellos habían sido tan cariñosos conmigo, y ahora que mi propio padre me abrazara era algo que me desconcertaba.
Joder, asustaba.
—¿Qué haces? —Murmure con los hombros tensos y sin poder moverme.
—Creí que estabas en peligro. —Se separa.
—Padre. —Interrumpi.
Él me suelta y al instante se da cuenta de su error, arreglandose las solapas del traje y luego los gemelos, aclarandose la garganta.
—¿Algún daño? —Consultó, poniendo una voz más gruesa de la normal.
Seguí mirándolo como si fuese un bicho alienigena.
—Tu dignidad. —Balbucee—Tu dignidad está en daño.
Y él puso los ojos en blanco, ya conociendo como soy.
—¿Por qué me has abrazado?
Me toque la espalda, desconfiada. Me sentía como cuando veía en la televisión como por los abrazos disimulaban y pegaban un cartel en su espalda. Siempre me pregunté si en las escuelas normales lo harían o sería otra tontería de la televisión basura.
—Me cuesta descifrar el patrón de Sebastián y te has ido con él, creí que pudo hacerte daño.
Entre cierro mis ojos.
—O quizá temias que me vaya con él a por otra identidad.
—¿Por qué siempre piensas así de mi?
—Ja.
—Soy tu padre, es mi responsabilidad tu bienestar.
—Ja.
—¡Amber!
—Como sea, estoy aquí, dragón. —Movi mis manos en el castillo. —Ya volvió la princesa a la torre.
Cogi de mala gana una de las tantas bolsitas que siempre dejaban para los gorilas. La necesitaba.
—Sé que no te gusta estar aquí. Ni tampoco te gusta depender de alguna u otra droga. Pero si no me muestras que puedo confiar en ti entonces seguirás así.
—Créeme, morirás y yo seré una drogadicta perdida que se suicidaria antes de que me quitaran mi droga. Tu negocio caerá y ¡Walah! Seremos una de los tantos tráficos que desaparecen o les quitan el poder.
ESTÁS LEYENDO
Bast
AdventureBast era muy distinto a los demás. Y no lo decía en el sentido figurado, de hecho, a parte de tener un físico envidiable, personalidad llamativa, una inteligencia inigualable y una increíble capacidad de dejarme sin paciencia en menos de tres oraci...