La sensación era... Extraña.
Sentía un cosquilleo bajo su piel y cierta debilidad camuflarse en su cuerpo. Era algo mejor que la droga, era una adictiva sensación de perder toda la fuerza por completo. Cada vez era más satisfactorio, cada vez estaba más encantada por los resultados.
Todo el jugueteo, estrés, mentiras y otros se esfuma en el aire.
Que te extraigan la sangre te debilitaba tanto que te dejaba tan tranquila como si estuvieses drogada, era... Perfecto.
—Bast. —Lo llamé cuando se me estaba oscureciendo la vista. —Detente.
Él dice algo que no entiendo antes de volver a aferrarse a mi cuello.
Como puedo levanto mi mano y la posiciono en su cabeza, para acto seguido, colocarla en su mejilla y con mi pulgar acariciar sus fracciones.
Disminuye la brusquedad cuando nota mis caricias, poco a poco se separa y yo me descansar contra la tina sin dejar mi mano en su mejilla.
—¿Estas bien? —Preguntó.
Mi mano estaba llena de sangre así que en las caricias lo lleno de esta.
—Eso fue raro. —Sonreí divertida.
—¿No te dolió?
—Solo un poco.
—Tu sangre es... —Frunce sus cejas. —Exquisita.
—Sabes lo que tiene mi sangre. —Me encojo de hombros, sorprendiéndome por estar avergonzada. —¿Por qué no te metes?
Él sonrió de lado.
—Que insaciable, Neferet.
Se desnuda para luego meterse en la tina, lo observo con una sonrisa arrogante en todo momento, él se siente frente a mi e inclina l a cabeza observándome.
—Ven aquí.
Me coge de la cintura para luego sentarme en su regazo, siento su erección al instante haciéndome reír silenciosamente. Sus ojos se ponen rojos y alza el mentón mostrándomelos.
—¿Te dan miedo? —Preguntó, aún con aquella tonalidad.
Descaradamente me pongo a moverme sobre él, haciéndolo sonreír. La sangre era asquerosamente interesante, cubriendo y manchando nuestro cuerpos, pero a ninguno de los dos nos importaba. Podría volver a hacerlo miles de veces si él lo quería.
—Me encantan. —Admití. —Rojos o celestes, igual me fascinan.
Él vuelve a atraer sus ojos celestes en un parpadeo, y comienza a besar mi cuello donde había sangre saliendo de la mordedura y cayendo hacia la tina.
—Maldita adictiva sociopata.
También te quiero, Bast.
(...)
Eran las cinco de la mañana cuando salí de la ducha y me arregle el cabello. Bast seguía durmiendo así que no me despedí al salir de la habitación y caminar hacia el gimnasio.
Lizandro se unió poco después, después de todo él era el encargado de controlar y observar mis entrenamientos. No me preguntó por nadie, cosa que agradecí.
Cuando terminamos volví a mi habitación, eran las nueve. Seguramente ya todos estaban despiertos.
Después de darme una ducha, ponerme mis joyas y también colocarme uno de mis tacones mortales y sexys vestidos, salí de la habitación y los gorilas se pusieron a mis espaldas.
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Bast
AdventureBast era muy distinto a los demás. Y no lo decía en el sentido figurado, de hecho, a parte de tener un físico envidiable, personalidad llamativa, una inteligencia inigualable y una increíble capacidad de dejarme sin paciencia en menos de tres oraci...