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CAPÍTULO 25
HEMORRAGIA.

Amber Neferet hubiese ido corriendo. Coger los veinte millones ganados y enviarle una tarjeta de navidad a Bast, una que diga "gracias a su ayuda, adiós."

Pero Amber tenía otra forma de pensar y yo estaba tan acostumbrada a fingir ser distinta que hizo que no me rindiera.

—No te dejaré solo. Mira. —Llevo lentamente mis manos a mi cuerpo, note que mis movimientos lo alteran como si esperase que fuese a atacarlo. Le enseño mi cinturón vacío. —No tengo armas. Solo somos tú y yo.

—Vete. —Escupe, intenta controlarse.

—La misma persona que me advierte que me vaya, es la misma persona que controlará tu total cuerpo.

Cojo sus manos, intentando limpiarle la sangre. Pero en un abrir y cerrar de ojos siento como con una de sus manos me agarra fuerte del cuello ahocandome. Me obligó a abrir la boca para coger aire.

—B-Bast, me lastimas.

No contesta. Sus ojos caen en mi cuello y veo como traga en seco.

—No lo hagas. Sé que puedes...

Y entonces me calla cuando siento como se acerca a mi y en un abrir y cerrar de ojos sus colmillos estaban perfurando mi cuello.

El dolor es aterrador. Intento apartarlo pero mis años de entrenamiento parecen ser absolutamente nada contra su fuerza. Me intento apartar pero no lo logro. Él se sacia más contra mi, queriendo seguir con su maldita tortura.

Sin embargo, se aparta de mí con brusquedad. Su mentón está lleno de sangre y por la debilidad que siento ante el impacto y la pérdida caigo cuando se aparta.

—¡Vete! —Grita tapándose los oídos.

Miro mi alrededor aterrada. Todo da vueltas. Intento ponerme de pie pero mi cabeza late con fuerza haciéndome aturdir lo suficiente como para no poder ponerme de pie.

Karma en su máxima expresión.

Intentó ponerme de pie pero vuelvo a fallar. Estoy a punto de aceptar mi destino como carnada pero entonces veo como mi padre se pone frente a mi, cubriendome con su cuerpo y alzando su arma.

Dispara sin tembrar. Bast retrocede ante el impacto. Sin embargo, sigue con sus ojos rojos.

Segundo disparo. Bast vuelve a retroceder y noto como en ve de detenerse en realidad se enfurece.

Tercer disparo. Ya ni siquiera retrocede.

Saca su otra arma. Esta vez era oscura y tenía algunos gravados en ella. Mire con concentración como recargaba balas tan rápido que resultaba milagroso. Pero entonces notó el color. Plata.

Una oleada de pánico me recorrió. No podía dispararle con esa arma, con esas balas. Antes que pudiera saber que estaba haciendo, cogí de su cinturón el arma de electrochoque.

Y entonces le disparo a mi padre.

Mi padre recibe la descarga y se bate antes de caer al suelo de lleno. Me quedo mirando la figura de mi padre con los ojos bien abiertos.

¿¡Qué he hecho!? ¡Acabo de sentenciar mi muerte!

Cojo un arma de su cinturón y reviso las balas, son normales. Suspiro de alivio y le disparo a Bast.

Ni siquiera le doy tiempo a asumir el golpe. Jalo el gatillo tantas veces seguidas hasta acabar con la munición. Sonrío cuando Bast me mira y sus ojos ya no son rojos.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora