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Estoy cansada, mental y físicamente.

A penas habíamos llegado a la cabaña exiliada, habiamos hecho miles de excursiones. Hannah había traído a Finn, lo cual ambos parecían nunca cansarse, Jane y Haziel hacían las cosas a medias y yo me quejaba de hasta respirar, no podía más.

Y claro, Bast miraba todo con indiferencia. Como si haber escalado ese sendero en la montaña, haber alimentado a Ñandúz y también caminar por una selva fuese cosa de todos los días. Al menos, debo admitir, que me sentía como niña consentida cuando llegamos a un criadero de animales donde pudimos alimentar a muchos.

—Dormiría un mes. —Floto mis ojos mientras Bast conducía. Estaba tan cansada.

—Te cansas fácilmente. —Hannah detrás comentó. —Lastima que haga un frío tan duro. Estoy ansiosa de que llegue en verano. Podríamos volver.

—Creo que estos lugares siguen friolentos aún siendo verano. —Finn da su aporte en la conversación.

—Podríamos venir igual. —Se encoge de hombros Bast. Me mira. —¿Tienes vacaciones de verano, no?

Trago en seco. Sí, las tendré, pero no podré acompañarlos. Huiré apenas lleguemos a Florida.

—Sí, podríamos organizar.

Él me queda mirando unos segundos más. Me he forzado totalmente a perfeccionar aquel defecto que mostraba tras mentir.

Al llegar a la cabaña bajamos del coche. Jane y Haziel abrieron la puerta de entrada. Debían de ser al menos las dos de la mañana, todo estaba oscuro y friolento.

—Descansen chicos, mañana por la mañana debemos volver.

Hoy debe ser.

Cachorro nos resibe enérgico cuando escucha nuestra llegada. Salta colocándose en dos patas queriendo ser alzado, Bast le acaricia la cabeza y luego el cachorro corre hacia mí a ser recibido. Le frotó la cabeza también.

Hannah se intenta acercar pero tal como antes, le gruñe altamente amenazando con morderla.

—Es que no lo entiendo. ¿Por qué no le agrado yo?

—Le agrada Alyssa porque lo ha rescatado y yo porque lo alimento. Ni te gastes, Hannah.

Ella pone mala cara pero no réplica. Subo las escaleras sin despedirme.

Al llegar al cuarto me dejó caer en la cama, cierro mis ojos y me aferro a la almohada. Quiero llorar, quiero gritar y llorar. Sin embargo, no puedo hacerlo. Es como si las lágrimas se atoraran y lo único que pudiese salvarme fuese ahogar algo con mis manos.

Odiaba esto. Tenía que irme, de otra manera mi padre me volvería a influenciar en las drogas, enviaría a un detective o los O'Kelly estarían en peligro. Ya mucho he jugado con la suerte cuando la detective llegó a preguntar por mi y ellos no me han señalado con el dedo.

Era un acto sumamente egoísta pero también lo hacía por ellos. Ellos no necesitaban a una asesina en sus vidas, ni drogas o mentiras. Merecían tranquilidad.

—Pobre almohada. La estas estrangulando.

Bast se quita los zapatos mientras cierra la puerta.

—Extrañaré esto.

—Ya te dije que podremos venir en el verano.

Más dolor. Es como si tirase sal a una herida abierta, aunque esta vez no es consiente de eso.

No contesto, en cambio, solo abrazo más la almohada.

—Fue un buen cumpleaños. —Comenta, mientras se saca su reloj de su mano.

BastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora