Prólogo

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Aiden Finnes

Estaba en el despacho de mi padre, viendo por el gran ventanal, con mis manos entrelazadas tras mi espalda. Sólo faltaban unos cuantos días para iniciar una nueva captura, el evento más esperado por mi familia, con la diferencia de que este año sería yo el que escogería a una de las capturadas.

—Aiden —me llamó mi padre al entrar al despacho.

—Padre —lo saludé, al tiempo que me acercaba al escritorio. Ambos nos sentamos y apoyamos los codos en la mesa.

Él anteriormente había depositado una caja blanca donde se encontraban los registros de al menos cincuenta jóvenes del país. Sólo seleccionaríamos a doce para la captura, y eso estaba por pasar, era cuestión de unas cuantas horas para tener a las doce jovencitas de la Sexta Captura.

—Puedes empezar —dijo mi padre deslizando la caja hacia mí.

Sonreí, y esa sonrisa no podía ser más genuina. Había esperado este momento desde mis dieciséis años, ya habían pasado ocho hasta entonces. Había llegado mi hora.

Abrí la caja y observé el primer registro. Parecía una Barbie, perfecta, en casi todos los sentidos. Me aburrió, pues no necesitaba un ama de casa perfecta, necesitaba una chica desafiante, que me hiciera pensar mil cosas sólo con una frase. Quería un reto y lo conseguiría.

Luego de lo que parecían miles de registros encontré algo realmente interesante: una asesina. Había tenido varios problemas con la ley, de hecho, justo en ese momento estaba cumpliendo una condena de un número bastante grande de años; dudaba que alcanzara la libertad algún día, pues lo más probable era que muriera antes de que eso pasara.

No podía creer que ese delicado, aunque infeliz y cansado rostro pudiese hacer tantas cosas malas. Pero justo eso necesitaba la última captura: un arma letal.

—¿Ya viste esto? —le pregunté a mi padre, tendiéndole el registro de la chica.

Papá leyó el registro y rió, mientras echaba la cabeza hacia atrás.

—Una chica con agallas —Asintió con la cabeza, mientras sonreía. Parecía fascinado, igual que yo —. Es justo lo que necesitamos, es decir, podría ser nuestra pieza clave en el juego, además, ¿le viste el rostro?

—Es hermosa —dije sin dudarlo. Él asintió.

—¿Entonces será nuestra primera elegida?

Había esperado ese momento por lo que me pareció una eternidad, y ya estaba ahí, ya había llegado, sólo era cuestión de unas cuantas palabras.

—Tenemos a nuestra primera elegida —dije, con una sonrisa de suficiencia y satisfacción. Lo había hecho, ya sólo faltaba capturarla.

Justo ahí empezaría el reto.

.

Ambrose Dash

Se suponía que a partir de este año iniciaría mi condena, una condena de tantos años que si no fuese porque las cárceles de Calem estaban a reventar no pudiese ver más nunca la luz del sol.

Estaba en mi habitación, parada frente a la ventanita con cortinas de flores y mariposas que tanto anhelé en mi niñez, y que papá me compró antes de ir a su última guerra, de la que sin dudas no volvería.

Cina, mi hermana menor, ayudaba a mamá a recoger vegetales, los cuales cultivaban y cosechaban ellas mismas. La delgada, y bastante agraciada rubia seguía a mamá con alegría y algo de torpeza por todo el lugar.

Sonreí. Me encantaba verlas así de felices, y me hubiese encantado acompañarlas, lo haría, si no fuese por el horrible aparato que tenía atado a mi tobillo derecho, lucía como una tosca tobillera, la única diferencia era que ésta enviaba descargas eléctricas si salía de casa; además, les avisaba a las autoridades.

La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora