25. Vacío

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Cina Dash

Mis párpados pesaban y aún podía oír la suave pero vaga risa de mamá.

Me esforcé un poco más en abrir los ojos, poco a poco, pequeños círculos de luz tomaron forma: eran lámparas. Giré mi cabeza hacia mi derecha y me asusté al ver todas esas máquinas y pantallas al lado de la camilla en la que estaba.

Moví mi muñeca, tratando de deshacerme del cosquilleo en mi mano. Bajé la vista hasta ella y noté que tenía una aguja atravesando una de las venas del dorso de mi mano.

Me espanté al ver aquello, ya que nunca había experimentado eso, en casa todo se resolvía con té y compresas de agua tibia, mamá decía que esa era la medicina del de a pie. Recordar a mis padres decir esas dos palabras siempre había sido gracioso para mí, pues lo decían con un acento de pueblerino bastante malo.

Y en ese momento fui consciente de que no iba a haber más un "mis padres" o un "ellos".

Los últimos días habían sido una total pesadilla, pues la vida me había quitado a papá, luego a Ambrose y para terminar a mamá... mis pensamientos eran bastante caóticos y desquiciados hasta que mis ojos se abrieron y pude ver los de Ambrose, aunque estos estuviesen más claros, transmitieron el mismo amor y valentía.

Me sorbí la nariz y dejé que mi cuerpo fuese consciente de todas las deliciosas sensaciones, como aquella manta suave y la fresca temperatura, pero también le permití notar las malas; el dolor punzante en mis muslos, y articulaciones, el ardor en una de las rodillas; pero eso no era nada a comparación del vacío que sentía, no era nada comparado con aquel desagradable sentimiento que me llevaba a no querer seguir adelante.

Un zumbidito sonó y me animó a subir la mirada. Alguien estaba bajando las escaleras; me emocioné al pensar que sería mi hermana, pero mi felicidad se esfumó cuando vi un par de botas y unos zapatos negros pulidos a la perfección.

Cuando estuvieron dentro de mi campo de visión me asusté un poco, no sabía cómo Ambrose podía hablar con aquel hombre, ese de los ojos claros...

—Creo que ya nos hemos visto —dijo el hombre de ojos claros, quien también tenía la piel increíblemente pálida y el cabello negro. Sus facciones eran rudas pero finas al mismo tiempo, como sus cejas, definidas pero gruesas —, pero no me he presentado, soy Captian Finnes.

Al oír el apellido me di cuenta de que había estado muy tranquila en aquel lugar sólo por el hecho de que Ambrose había estado ahí, pero eso no dejaba a un lado el hecho de que estaba encerrada en un espacio algo pequeño con un Finnes y un rubio de ojos azules.

—Estaré pendiente de ti mientras Ambrose esté ocupada —anunció mientras me veía con atención —. Créeme, no podrás estar mejor en otro lugar. Dentro de unos minutos vendrá una empleada a ponerte al tanto de las normas y medidas de seguridad. Espero que tu estadía aquí sea agradable.

Juro que intenté asentir, pero sus ojos me tenían totalmente helada; creía que era por el color tan irreal de estos, o por la rudeza que le daban aquellas cejas y el hecho de que su dueño era uno de los pilares de uno de los estados más poderosos del mundo.

—Te dejaré para que descanses, tu hermana vendrá después de la cena —informó, yo sólo pude dirigirle una mirada llena de cautela, o al menos eso quería transmitir.

Él comenzó a subir las escaleras bajo mi mirada y la del rubio, entonces pasó a ser sólo bajo a la mirada del rubio, pues yo me dediqué a ver al último mencionado.

Era bastante alto, algo delgado, pero se notaba que pasaba horas de su día ejercitándose. Podías ver el inicio de un tatuaje en su mano, que pasaba por la muñeca y se perdía de vista bajo la camisa de vestir blanca. Su perfil era bastante atractivo.

Éste se giró y me pilló viéndolo. Sentí como el calor empezaba a apoderarse de mis mejillas y mis orejas.

Su mirada era pesada y temible, para nada amigable. Me observó en silencio por segundos, segundos en los que yo trataba de no ver sus ojos, pues el color de estos también era bastante extraño, demasiado claros para ser reales, o normales.

—¿Cuál... cuál...? —intenté preguntar, pero el simple hecho de que su mirada fuese lo más agresivo a lo que me había enfrentado durante mis 14 años de vida, me detenía —. ¿Cómo te llamas?

Ojos azules soltó una carcajada por lo bajo antes de meter ambas manos en sus bolsillos.

—Ah, soy tu futuro cuñado —comentó con bastante seriedad, pero la risa que había soltado anteriormente lo delataba: estaba jugando.

Meneé la cabeza e imaginé a Ambrose casada. Ja, suerte, aquella chica odiaba la proximidad y había dicho en más de una ocasión que el matrimonio era igual de opresivo que el gobierno de Calem.

Reí con disimulo, aunque él logró notarlo.

—Mi hermana preferiría no vivir que casarse, créeme —murmuré con desdén al tiempo que acomodaba mi cabello tras mi oreja.

—Adiós, cuñada.

—Me agrada más Captian —solté con algo de apuro antes de que él terminara de dar la vuelta para dirigirse hacia las escaleras. Ojos azules me vio con sorpresa y otra emoción que no supe descifrar. Bajo su mirada y la extraña sensación de pánico que se instaló en mí tuve que proseguir —: al menos él si me dijo su nombre.

El hombre me miró con un poco más de seriedad.

—Soy Aiden Finnes, bienvenida al Círculo Dorado —comentó, dejándome una mezcla de arrepentimiento y terror.

Había hablado con el mismísimo Aiden Finnes como si fuese un chico más, cuando en realidad era el heredero del poder de Lenos, del temible Lenos.

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