Ambrose Dash
Desperté y la molestia en mis ojos se volvió insoportable, sólo veía un punto blanco. Pero al parecer ese punto blanco era más que suficiente como para hacerme arder la vista.
Cerré los ojos y volví a abrirlos varias veces, veía el mismo punto blanco. Decidí dejarlos cerrados por más tiempo y cuando los volví a abrir todo tomó forma, lentamente.
Estaba viendo pequeñas lámparas circulares, empotradas en el techo. No sabía si sentirme feliz o miserable por pensar en sentirme feliz. Ya estaba cansada de que aquellos hombres hicieran con nosotras lo que quisieran y nadie hiciera nada. Porque sí, el gobierno de Calem había intervenido, pero a ellos lo que les importaba era sentir la seguridad de que seguirían gobernando, no harían nada por nosotras.
Siempre había sido así, los Finnes y el gobierno de Calem siempre habían tenido sus diferencias; diferencias bastante violentas y retorcidas, pero los verdaderos afectados siempre serían las personas comunes, como mamá, Cina y yo, los de a pie, como los llamaba papá, una víctima más de toda esta locura.
Estaba tan sumida en aquellas lámparas en el techo que no había deslazado mi vista por otro lado, por lo que me sorprendió cuando sonaron las patas de una silla arrastrarse por el piso. Cuando volteé a mi izquierda estaba nada más y nada menos que Aiden Finnes. Posicionando la silla al lado de donde yo me encontraba.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, y de verdad parecía interesado en mi estado de salud.
Lo miré con odio, y sí, un poco de confusión. No paraba de sorprenderme.
—Te hice una pregunta, Ambrose —volvió a hablar, esta vez un poco más serio.
—No lo sé, ¿cómo te sentirías luego de haber perdido la vista por...? —Reí con amargura, si él no estuviese ahí, yo estaría llorando —. ¿Cuántos días estuve aquí?
—Fue un mes —admitió en un tono más suave.
Eso fue como una cachetada. Había perdido un mes de mi vida. No podía creerlo, y el rubio insoportable lo decía como si nada, claro, no era su vida la que había perdido un mes entero.
—¿Dónde está Kristen? —pregunté, tratando de alejar las ganas de llorar.
Respiró profundo y se levantó de su asiento.
—¿Puedes mantenerte de pie o tengo que llamar a las enfermeras para que te ayuden a salir? —Era más que evidente que Kristen no estaba muy bien, sino no me estuviesen evadiendo.
—Puedo salir sola —solté con hostilidad. Luego me puse de pie y él me llevó hasta la salida, que, como imaginé, contaba con un sensor.
.
Estuve un mes en un hospital de Lenos, ¿estaba enferma? No. Sólo era el espacio indicado para que los Finnes hicieran experimentos conmigo y con Mara.
Nos encontramos en el vehículo que nos esperaba afuera de aquellas instalaciones. Ésta se enloqueció y luego me abrazó mientras lloraba. Yo mantuve la compostura, pues Aiden nos miraba con frialdad e inexpresión.
No tenía ni la más mínima idea de a dónde nos dirigíamos ni cuál era el nuevo plan. Al cabo de unos minutos aquel vehículo se detuvo. La puerta fue abierta por un custodio y nos dejó a la vista un lugar totalmente diferente al edificio y a esa otra casa.
Parecía ser un pueblo, la brisa era caliente y olía a salitre así que deduje que estábamos cerca del mar. La casa estaba pintada de un azul pintoresco y otras partes blancas, lo que si no cambiaban eran las puertas. Eran grandes y a la vista, pesadas.
ESTÁS LEYENDO
La Captura
Science-FictionAnualmente son capturadas doce jóvenes de todas las partes del país. Serán sometidas a pruebas para transformarlas en fenómenos con habilidades que ayudarán en una guerra eterna. Este año será diferente, pues una de ellas tendrá la oportunidad de ca...