6. Cercanos

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Ambrose Dash

Los acercamientos con Aiden no tenían muy buen historial, cada vez que él se acercaba a mí terminábamos incómodamente distanciados por días, hasta que él decidía hacer un comentario con el que yo no pudiese estar más indignada, luego él hacía cualquier tipo de contacto físico conmigo para hacerme olvidar que segundos antes había estado indignada.

Justo eso pasó, otra vez. Sólo que esta vez, cuando terminó de hacerle ataques a mi sistema nervioso y a mis hormonas, atrajo mi cuerpo al suyo, para rodearme en un brazo.

No lo iba a negar, luego del primer beso imaginé estar en esta situación, y terminaba cabreada a más no poder, por querer ese tipo de gestos provenientes de una persona como él. También había llegado a imaginar que podría sentirme apresada. Pero fue todo lo contrario. Me sentía peligrosamente cómoda y segura.

Y eso me aterró, pero fui incapaz de alejarme de él. Así que en el preciso momento que le rodeé la cintura con ambos brazos él se tensó, y me apartó de la manera más brusca posible.

Al ver su expresión supe que no estaba molesto conmigo. Era algo mucho más grande.

Me giré, buscando lo que fuese que había a mi espalda y me encontré con aquella mujer de ojos azules y cabello azabache.

—Respetar no es tan difícil, Amara —siseó, cabreado —. Era cuestión de apartarte al vernos aquí, así...

—Aiden necesito que hablemos —dijo ella, con ese deje suplicante que había usado la primera vez que pude escucharla hablar —. Necesito aclarar las cosas. Nunca me has dado la oportunidad de darte mi versión de los hechos; todos merecemos una segunda oportunidad.

Me giré completamente hacia el rubio, sus cejas estaban muy juntas, y sus labios temblorosos. Podría decir que su expresión era una clara demostración de su molestia, pero en realidad todo denotaba tristeza.

—Aiden... —intenté hablar, pero, ¿qué iba a decir? No tenía ni idea de quién era aquella mujer, aunque mi intuición me dijera muchas cosas, no podía simplemente opinar —. ¿Quieres que me vaya? Así los dejo...

—No te preocupes, el que se va soy yo —comentó, para luego pasarse ambas manos por el cabello mientras se alejaba del lugar, dándonos únicamente la vista de los músculos de su espalda contrayéndose por los movimientos que hacía.

Ambas quedamos en silencio, observando como la torre de cabello rubio se alejaba.

Pasé al menos tres segundos en esa posición, hasta que empecé a escuchar los sollozos de aquella mujer. Las ganas de abofetearla por arrastrase de esa forma por un Finnes me invadieron a niveles exorbitantes. Pero luego me recordé a mí misma que no sabía cuál era la razón para que ella tomara esas actitudes; no conocía las razones de porqué a ella le dolía tanto, ni porqué Aiden la odiaba con tanto afán.

La observé una vez más, dispuesta para armarme de indiferencia y dejarla llorando sola en la oscuridad. Pero al ver lo elegante que estaba con ese vestido de terciopelo negro, levemente ajustado a su curvilíneo cuerpo, con esas joyas que lucían peligrosamente costosas, me llené de curiosidad.

¿Por qué lloraba por Aiden? No creía que fuese por dinero o por una buena posición.

—Aiden es la persona más complicada y difícil de entender que conozco —hablé por lo bajo, pero con seguridad —. Tiene algún tipo de obsesión con eso de que la capacidad es poder y muchas otras locuras. Debería saber que acercarse de esa forma no va a ayudar en nada.

Ella soltó una risita triste.

—¿Eres cercana a él? —preguntó, mientras se limpiaba las lágrimas con delicadeza, casi con clase.

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