3. Paralizada

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Ambrose Dash

¿Uno de mis mayores miedos? Perder la movilidad de mi cuerpo, ¿y qué había pasado? La había perdido absolutamente toda, miles de veces, de formas diferentes.

El día siguiente del que Captian nos había escupido que ahora el pueblo de Lenos nos vería como su imagen de gobierno, había sido jodidamente extraño. Se resumió en noticas, llorar y dormir. Pero cuando ya la claridad y alarma habían interrumpido mi sueño, traté de levantarme de la cama, recordando que debíamos ir a despedir a Amy.

No pude. Mis ojos se movían increíblemente rápido, haciendo imposible eso de enfocar bien una sola de las cosas del cuarto, pero al parecer lo hacía inconscientemente. Trataba de gritar, pero de mi garganta no salió ni un mísero sonido, al igual que trataba de moverme, fracasando, ya que podría jurar que había una especie de fuerza sobrenatural aprisionándome sobre la cama.

Duré lo que me pareció una eternidad tratando de moverme, o de gritar, incluso fantaseaba con que cualquier persona entrara a la habitación y lograra despertarme. Luego de cuatro minutos en ese estado logré sentarme y el miedo de volver a caer en esa horrible situación me llevó a salir de la habitación.

Al salir de esta miré a los lados, con la respiración agitada. Los guardias me observaban con cautela.

—Sólo... sólo necesito un respiro, ¿sí? —musité y éstos guardaron silencio, mientras se limitaban a observarme.

.

—Es completamente normal —me decía Captian mientras entrábamos en el salón de descanso —. No moviste ni un dedo durante varios meses, tu cuerpo y cerebro deben volver acostumbrarse a la vida que llevabas antes del estado vegetal, Ambrose, no te exijas tanto.

Captian había ido a mi habitación en la mañana, luego de que me bañara y me pusiera ese largo vestido dorado. Me había dicho que quería hablar de Cina, pero terminamos hablando de mi apuro por salir de aquella estancia.

—Debes saber que es bastante injusto pedirme que no me exija tanto cuando nos han sometido a toda esta presión... a todo este infierno —escupí rápidamente.

Él se dedicó a ver al frente, sin demostrar un ápice de emoción, como siempre.

—¿Qué ibas a decir? Antes de que te interrumpiera —inquirí con tono severo.

Él me miró con la molestia más grande que había visto en esos escalofriantes ojos.

—Captian —dije su nombre con un deje de fastidio.

—Cina y tú tendrán horarios de visitas —Dio unos pasos adelante, dejándome ver su espalda, la cual era cubierta por una camisa y un chaleco antibalas —. Luego hablaremos de eso.

Las chicas estaban en sus lugares de costumbre, destrozadas.

Me acerqué a Mara y a Kristen, sirviendo de apoyo para el peso de la última, que era la más sensible.

No dijimos nada y menos cuando los Finnes que faltaban llegaron al salón. En total silencio los guardias y custodios empezaron a escoltarnos hasta las grandes puertas que daban a la entrada del Círculo Dorado.

—Iremos a donde normalmente dejamos a nuestros seres queridos —anunció la voz de Aiden a nuestras espaldas —. Despediremos a Amy de la manera más honrada que podamos.

Los vehículos con forma cuadrada que nos llevaron a Aiden y a mí al Coliseo de Lenos, aparecieron en nuestro campo de visión, luciendo igual que aquella vez, imponentes e incluso peligrosos.

Fuimos escoltadas a los vehículos por nuestros números, así que compartí el espacio con Kristen y Mara, ya que éramos lo que quedaba de las cinco. Al repasar eso en mi cabeza me di cuenta de que sentía que había sido en mi otra vida que Aiden, con esa actitud fría e indiferente, aparentemente fingida, me había dicho que era la primera de las cinco.

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