24. Malditamente Insensible

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Ambrose Dash

Captian me observó con expectativa. Yo le devolví la mirada, pero no sabía muy bien que era lo que él había percibido.

Bajé las escaleras rápidamente y me acerqué a Cina. Ésta trató de incorporarse como normalmente lo haría, pero lo cierto era que estaba bastante débil, por lo que cayó sobre uno de sus codos sobre la camilla.

—Tranquila —susurré mientras la ayudaba a sentarse —. Tranquila, linda.

No podía dejar de verla, sus ojos azul rey, sus mejillas rojas, y los finos labios, los cuales estaban deshidratados.

La escena parecía estar pasando en cámara lenta. Ella se volteó para poder verme y sonrió como esa niña pequeña que había dejado papá en casa.

—Estás muy hermosa, Amm, pareces una de esas actrices de televisión que...

La interrumpí con un abrazo, donde ejercí un poco más de fuerza de la que pretendía, pero ella copió mi gesto. Tenía miedo de soltarla y que desapareciera.

—Te extrañé tanto —susurró ella, manteniendo el abrazo —, pero no creo que lo hiciera más que mamá.

Me alejé de ella, pues necesitaba verla.

—Cina —dije tratando de hacerle entender con mi tono de voz que nos estábamos enfrentando a un tema bastante delicado e importante —. ¿Cómo está mamá? —articulé la pregunta de la forma más lenta y suave posible.

Ella me observó por unos segundos, tal vez tratando de saber que tan afectada estaba. Luego de un rato que para mí fue eterno empezó a llorar descontroladamente. Volvió a mis brazos y dejó su rostro entre mi clavícula y mi cuello.

Sentí una presión en el pecho, al tiempo que mi respiración se aceleraba.

Giré mi mirada hasta donde se encontraba Captian, a unos pasos de distancia del pie de las escaleras, al parecer la doctora Martin le enseñaba algunos resultados, pero Captian centró su atención en nosotras; nos observaba con esa expresión sombría y casi inexpresiva.

—Doctora Martin —la llamó sin despegar su mirada de nosotras —. ¿Podemos revisar esos papeles en cuarenta minutos? Necesito hablar con la señorita Ambrose.

—Claro, señor Captian —dijo antes de asentir con comprensión —. Me retiraré.

Los zapatos de la doctora Martin hicieron eco mientras subía.

—Tu madre no estaba en la casa, Ambrose —Me hizo saber, quisiera decir que habló pausadamente o que vaciló, pero no fue así, él había sido bastante directo —. Le preguntamos varias cosas a Cina, pero ella no pudo darnos respuesta, lo siento, Ambrose.

Por primera vez no me importaron sus ojos, ni su estatura, ni el poder que tenía ahí.

—¿Cómo puedes ser tan malditamente insensible? —escupí con rabia.

—Quiero que estés en una hora en el comedor, hablaremos —dijo mientras se daba la vuelta —. Tal vez pueda aclararte algunas cosas.

Eso fue todo, no volvió a hablar y abandonó aquel lugar.

Sentí como cada pizca de fuerza abandonó mi cuerpo mientras me dedicaba a cerrar los ojos y tratar de seguir respirando relativamente bien. Sentía como el pecho de Cina subía y bajaba, al igual que su respiración en mi cuello; como sus manos se aferraban a mis costados y el temblor que el llanto producía en su delgado cuerpo.

.

Había dejado a mi hermana sedada en el salón de los espejos, pues era la única forma de que parara de llorar y descansara, cosa que de verdad necesitaba.

La CapturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora