10. Cuerpos Casi Muertos

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Ambrose Dash

Un sonido horrible nos despertó. Parecía ser una alarma, pero vaya tormento.

Kristen estaba sentada en su cama con el cabello revuelto, parecía desconcertada. Me miró con temor y yo me levanté de un salto. Me dirigí a la puerta y esta me golpeó la cara y pies al ser abierta rápidamente.

—¡Agh! ¡Maldición! —solté mientras me tapaba parte de la cara.

—Señoritas estamos siendo atacados, les pido que me sigan rápidamente y mantengan la calma —anunció un custodio mientras entraba a la habitación con un arma más grande que su brazo en ambas manos.

Kristen empezó a llorar, pero sus quejidos y sollozos eran bastante bajos, casi ni se escuchaban, lo que realmente me sorprendió ya que aquella chica era bastante expresiva, para no llamarla de otro modo.

Salimos de la habitación, dirigidas por aquel hombre. Nos llevaba hacia la parte de atrás de la casa, la parte donde todo aparentaba ser de lata. Abrió una puerta, parecía pesada y mientras se movía soltaba un chillido insoportable.

—Esperen aquí —pidió mientras tomaba con decisión aquella arma.

—¿Ataque? —pregunté para mí misma, pero Kristen pudo soltar una respuesta algo floja.

—El gobierno de Calem —susurró y soltó una clase de hipido —... siempre están atacándonos.

Y de pronto recordé esa vez que mandaron a papá a una misión especial, luego de eso no supimos más de él y lo dimos por muerto.

—Ambrose —llamó Kristen desde el otro lado de la puerta.

Me apresuré a entrar, no había casi luz, si no fuera por esos pequeños bombillos rojos sería imposible ver ahí dentro. Paseé la vista y encontré a las otras dos chicas, junto a más custodios y una de esas bestias de cuatro patas.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —pregunté

—Me sorprende que haga esa pregunta, señorita Ambrose —La voz de Captian me erizó la piel.

De los tres hombres Finnes que conocía, Captian era el que más me inquietaba, era esa gélida aura y los ojos desagradablemente claros; sin mencionar el inmenso poder que tenía en Lenos.

—¿Los ataquen suelen tener horarios o tiempos determinados de duración? —preguntó con sarcasmo y hostilidad a la vez, como siempre.

Me giré para encalarlo, porque el hombre podía hacerme sentir diminuta e indefensa, podía hacerme sentir expuesta y en peligro cada vez que estaba cerca, pero no se lo iba a demostrar.

—No, señor Captian —tajé y volví a girarme.

Luego de unos segundos se escucharon estruendos, ladridos y disparos. Empecé a sentir un temblor, cada vez se hacía más fuerte.

—¡Thenor! —llamó Captian a uno de los custodios, pero este lucía diferente a los demás, tenía un chaleco antibalas verde y más armas que vida.

—Señor —respondió éste mientras se acercaba. Captian le susurro varias cosas, imaginaba que todas eran órdenes, pues no tenían cara de conversar cosas sin importancia.

El hombre asentía cada cierto tiempo. Luego hizo unas señas con las manos y todos empezaron a cambiarse de puesto, rápidamente. Hasta quedar cada uno peligrosamente cerca de cada una de nosotras.

—Captian, ¿qué...? —intentó preguntar Kristen, antes de ser dormida luego de que un custodio insertara violentamente una aguja en su cuello. Su cuerpo cayó con lentitud al suelo, mientras su espalda se deslizaba contra la pared.

Clarisse y Mara, al igual que yo, empezaron a moverse como locas mientras golpeaban cualquier parte del cuerpo de aquellos hombres. Captian gritaba órdenes, pero no logré determinar si eran para ellos o para nosotras, la verdad era que a ninguna le importó porque seguimos repartiendo rasguños, mordiscos, patadas...

Hasta que mi visión me abandonó, pero mis oídos seguían captando todo. Era bastante desagradable aquella sensación, el no poder ver nada, y al parecer no moverte, pero si escuchar todo.

—¿Qué haremos, señor? —preguntó el tal Thenor.

Se escuchaban algunos cierres subiendo o bajando, armas cargándose, el choque de metales...

—Negociaremos con el gobierno de Calem.

.

Luego de un tiempo bastante largo y aterrador, sonó el chillido de aquella puerta, luego unos pasos que se aproximaban, y a continuación sentí que unos brazos me tomaban y me sacaban de aquella habitación.

El pánico creció en mi interior, pero no era más grande que la ira que me invadió al recordar que no podía moverme. No podía hacer nada, estaba a su completa disposición.

—Ya estás segura —dijo alguien, y conocía esa voz.

Mi mente me llevó al primer día en todo este desastre.

—Debo admitir, que esperaba más desastre y rebeldía —había dicho él.

Aiden.

Intenté moverme, gritar, patalear e incluso llorar, pero no fue posible.

—Y si estás preocupada por las demás, ellas también están bien —Su voz era monótona —. Tuvimos que distanciarlas, pero están bien.

Mi mente me torturaba, imaginando diferentes escenarios. Pero uno era el que más me atormentaba: habían entregado a alguna de las capturadas al gobierno de Calem. Me hubiese encantado poder gritarle desquiciadamente, golpearlo y luego echarme en el piso mientras lloraba, sonaba dramático, pero eso era lo que quería.

—Eres tan hermosa, Ambrose —comentó en un susurro, su voz sonaba más cálida —. Me encantaría que no fueras, tan... tan imperturbable, tan valiente.

Soltó una pequeña risa y me dieron ganas de vomitar. Imaginaba aquella escena y de verdad me parecía enferma, pues, ¿hablar con un cuerpo casi muerto? ¿Decirle que era hermoso? Aquellos tipos necesitaban ayuda profesional urgentemente, pero eso no era lo que más grave me parecía, sino el hecho de que eran capaces de hacer con nosotras lo que les diera la gana, sin asco, sin compasión.

La culpa no era algo que ellos conocieran.

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